“Yo entré al arte por la cocina”, dice Katerine Bergengruen con una sonrisa. Con esta frase resume su camino personal inesperado. Ingeniera de formación y diseñadora de corazón, hoy dirige la galería de arte contemporáneo Manifesto, una plataforma clave para las manifestaciones plásticas en Guadalajara en el que innova y desafía al mercado para impulsar el talento y romper la burbuja local.
Comenzó su trayectoria en el 2004 con su marca de bisutería, Carambola, un emprendimiento que escaló a vitrinas de grandes distribuidores, incluidos hoteles importantes. Incluso, en el 2008, su talento la llevó a ganar el concurso Swarovski Design Contest.
Gracias a su marca, empezó a relacionarse con fotógrafos, estilistas, diseñadores y músicos, y sin darse cuenta, abrió una puerta que ella no conocía: el arte. No llegó desde la academia ni de la práctica artística, pero pudo palpar ese mundo en primera instancia. Esa cercanía despertó en ella una inquietud: compartirlo. Así nació Manifesto.

Más allá de las fronteras
Con la galería, Katerine apuesta por impulsar a los artistas mexicanos, desde talentos emergentes hasta consolidados, con una visión clara: que no solo se mantengan activos a nivel local, sino que logren proyección mundial y sean reconocidos por su propuesta creativa y calidad.
Es consciente de que en México, particularmente Guadalajara, hay una oferta cultural vasta, sobre todo de plástica y escultura. Sin embargo, esa misma riqueza ha terminado por castigar el valor de las obras. Comparte que, desafortunadamente, el precio de las piezas de arte mexicanas están muy por debajo de los estándares globales.
En estos tiempos, no es solo una cuestión de gusto, sino también de adquirir y apostar por obras que puedan convertirse en un activo patrimonial, siendo relevante que estén posicionadas en el mercado internacional; “porque eso equivale a que no van a poder alcanzar un precio en crecimiento conforme pase el tiempo”, comenta Katerine. “Tenemos un mercado doméstico que mantiene con vida a los artistas, pero que no les permite brincar a la siguiente carretera que es la internacionalización”, añade.
Es por ello que sostiene que las galerías tienen un papel clave para cerrar esta brecha y dar ese empuje necesario. Con ello, el enfoque de Manifesto va más allá de ser un espacio de exhibición, y combina la curaduría con el desarrollo de distintos modelos de negocio pensados para generar experiencias entre creadores, empresarios, coleccionistas y el público en general.
Uno de sus proyectos más destacados es “El platillo en el lienzo”, una colaboración entre chefs reconocidos de Guadalajara y artistas plásticos en la que cada obra surge como una interpretación visual del platillo insignia de cada chef. También está Círculo Nobel, un espacio destinado para acercar el coleccionismo a nuevas generaciones.
Para que el arte mexicano sea competitivo en el extranjero, debe tener un precio equiparable a artistas internacionales con trayectorias similares”.
El arte se vive
Desde mesas de diálogo, artist talks y conversatorios hasta proyectos colaborativos, Manifesto se convierte en un punto de encuentro entre artistas, especialistas y público con el propósito de ser un medio activo en la comunidad.
Para Katerine, no es necesario ser un experto para disfrutar de la creación artística, sino que se trata de estar cerca, de habitarla. “No hay manera de aprender y de lograr un conocimiento si tú no te expones horas y horas y horas a lo bien hecho”, afirma. Bajo esa premisa, la galería busca crear auténticos vínculos entre el arte y las personas. Así como ella llegó a este universo por la cocina, hoy abre la puerta para que otros entren y puedan vivir esa experiencia.
El arte es un espejo en el cual nos vemos. En la medida en la que nosotros nos permitamos vernos, es en la medidas en la que tú estás dispuesta a tener un diálogo con el arte”.


