Por Kuiny Ramírez
Hacia varios partidos que no gritaba tan a gusto los goles (y eso que han sido muchos de excelente manufactura), pero este domingo fue diferente. Fueron muy circunstanciales, no quiero decir “chiripada” porque de que se buscaron se buscaron, pero el grito fue sabroso, rico, fue paladeado lentamente muy a pesar de la euforia del alto grado de exaltación. Recordar el gol de Isijara atravesando de lado a lado la portería hasta llegar al fondo de la red, se ve en cámara lenta en mi mente.
El de Djaniny no estuvo fuera de esa línea, circunstancial, viniendo de un rebote, pero gol a final de cuentas, muy esperado aunque ya sean muchos de él esta temporada… Por si fuera poco, al final del partido Tavares va y regala su playera a un niño al que sin querer le pegó con el balón, gesto muy repetido pero que jamás pasará desapercibido; eso no es marketing, eso no lleva frases ni hashtags, es corazón, es nobleza, es futbol.
Pude haber empezado con mis frases “mamilonas” de: “el nuevo Santos Laguna” o “Djanini el Magnánimo”… Pero la verdad es que esa grandeza siempre ha estado ahí, de eso se trata Santos Laguna, de levantarse contra todo y contra todos con actuaciones que dicen más que mil palabras, de acciones que alimentan el alma, que justifican el estar cada semana al pendiente de lo que pasa con el equipo y cuando se puede ir a gritar a todo pulmón.
Hace bastante tiempo que no amanecía afónico después de un juego, con esa sonrisa que delata el paso de tu equipo. Son estos, esos días que los mensajes del whatsapp llevan entre líneas palabras o referencias del marcador, y que por más que las lees o escuchas repetidas ocasiones la sonrisa no desaparece, al contrario el gesto se acentúa y las buenas acciones se empiezan a convertir en crónicas especializadas, los nombres en leyendas y una tarde de futbol en un recuerdo que dura por siempre.
Este domingo pasado había en el estadio muchos niños, familias, nuestra localidad estaba llena de las hijas e hijos de mis amigos, a quienes sus padres dicen que heredarán la grada cuando nosotros nos hayamos ido. Algunos tienen ya tiempo en el estadio, han ido creciendo paulatinamente, otros están llegando, no vieron la cancha, no les llamó la atención, aún no entienden el juego, están sorprendidos por los sonidos, por los colores por los gritos, por lo movimientos de manos que sus papás hacen y que, nunca creí decir, pero tiernamente emulaban conforme a sus habilidades les permitían.
Ellos ensordecieron al caer el gol, los goles, pero a diferencia de otros sonidos no hubo miedo o descontrol, porque sus papás estaban ahí, su familia estaba ahí, esa explosión de energía nunca volverá a ser ajena, serán amigos de ese sonido. Cada vez que vean los colores y escuchen la algarabía tendrán en mente que estaban en familia, con amigos y que todo esta bien… Esa es la belleza del futbol.
#NosVemosEnElCorona
T. @kuinyramirez