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noviembre 25, 2024

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El lado Trump del mexicano

Gonzalo Oliveros, coordinador general de RMX nos comparte su visión política del México de hoy.

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Escrito por: Gonzalo Oliveros

Tenemos a un candidato reaccionario. Bueno, en realidad tenemos muchos candidatos conservadores y ultras, pero solo uno lo arropa con singular alegría: Mikel Arreola

El mismo que parecía de vanguardia en su paso por COFEPRIS y el IMSS parece que se olvidó de su pasado para poder llegar a un sector poblacional que, como sea, vive y recorre los pasillos electorales: el “México Mocho”.

Porque siempre hablamos de ese “México Bronco” que se levantará en algún momento, enardecido, a defender a los pobres y ajusticiar, de una vez por todas, a los groseros políticos que han saqueado al país. Ese “México Bronco” sigue sin aparecer. En palabras de López Obrador, es el tigre que sigue dormido.

El que nunca se ha ido es el “Mocho”. Sí, ese México que detesta lo distinto, que vomita lo que ponga en riesgo a la familia tradicional, que dinamita todo lo que no sea un valor religioso.

Mikel lo tiene bien leído. No es tonto, sabe que no ganará la elección capitalina porque no le alcanza. Pese a todo, todavía hay parte de ese “México Mocho” que no puede con el qué dirán y, en la Ciudad de los Palacios (Centro, Durango, Polanco y Santa Fe) ser de retaguardia es estar en el error.Pero Mikel quiere votos, para él y, sobre todo, para Pepetoño. El cálculo es sencillo: la base priísta tiene alrededor de 13 millones de votos alrededor del país.

Meade y sus secuaces piensan que esos 13 millones están seguros gracias a la movilización territorial del partidazo. Con ello, solo requieren una cantidad de votos considerable, pero también, alcanzable: entre dos y tres millones más.

Obvio, para lograrlo (sin fraude) deberán de convencer hasta el diablo que son la opción. Y aquí, a quien hay que convencer es al diablo disfrazado de arcángel.

Millón y medio de votos en la ciudad más grande del mundo (disculpen, la costumbre) bien valen disfrazarse de Torquemada. Arriola ha radicalizado sus opiniones e ideas. Nada fuera de lo normal para un político. Y ahí, Arriola le habla a esa misma base que teme y condena Donald Trump, pero piensa igual: piensa en su propiedad como única, temen a los distintos (extranjeros, homosexuales, mujeres liberadas, judíos o musulmanes, indígenas), piensan que la corrupción es mala, pero pagan mordidas y moches a conveniencia, condenan el arte liberal, pero tienen amante e hijos con ella.

La contradicción de la hipocresía. Ese electorado, asqueado del PRI pero listo a votar por él para que no llegue López Obrador, es el que busca con afán Mikel. Lo va a encontrar, pero no será suficiente. Y ahí es donde radica el problema del Revolucionario Institucional. La trampa o el fin. Bien sabemos cuál será la opción para ellos.

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