Conocer para coexistir: la misión que guía el camino de Jorge Madrazo

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Desde pequeño, Jorge Madrazo Fanti encontró en la naturaleza un refugio y una revelación. A los 28 años, este biólogo saltillense dedica su vida a la divulgación científica, especialmente de la biología y la historia natural. Pero su camino —como él mismo reconoce— no siempre fue lineal.

Desde niño tuve una fascinación muy marcada por la naturaleza. Todo: los animales, las plantas, los fósiles… sin saberlo, ya estaba haciendo divulgación”, recuerda.

Entre risas, cuenta que dibujaba jaguares o tigres cazando y en la parte posterior escribía datos curiosos que luego regalaba a su papá. Tenía cinco u ocho años, asegura, porque “mi ortografía estaba horrible”.

Aquel gesto infantil era, sin darse cuenta, el primer borrador de lo que años después se convertiría en su misión profesional: compartir lo que observa para que otros también conecten con la vida silvestre.

Cuando las personas contemplan la naturaleza y recuerdan que somos parte de ella, nace la esperanza de protegerla”.

La crisis de elegir futuro

En la adolescencia, Jorge vivió el conflicto que muchos jóvenes enfrentan: la presión por elegir una carrera “normal”, estable o socialmente validada.

Me dejé llevar mucho por lo que pensaba que los demás esperarían de mí. Quería encajar”, confiesa. Medicina, biotecnología, profesiones “más normales”… las consideró todas.

Sin embargo, había una certeza silenciosa: su familia siempre lo vio feliz entre animales, lodo y libros de dinosaurios. Por eso lo apoyaron sin dudar, incluso cuando algunos tíos o abuelos cuestionaban qué hace realmente un biólogo.

La verdadera claridad llegó después de un viaje inesperado.

Alemania: el reencuentro con su esencia

Tras terminar la preparatoria, Jorge se fue a Alemania para trabajar como au pair y ayudar en las labores del campo. Lo que parecía una pausa terminó convirtiéndose en un despertar.

Entre viñedos empinados, cultivos, fósiles en la tierra y salamandras escondidas, algo dentro de él volvió a activarse.

Aunque había intentado suprimir mi interés por la biología, ahí volvió a brotar. Trabajar en la tierra me conectó de nuevo con lo que realmente soy”.

Al regresar, ocurrió el encuentro que marcaría su futuro: conocer a Arturo González, director del Museo del Desierto. Su estilo de vida como biólogo —emocionante, aventurero, profundamente significativo— lo inspiró a tomar la decisión que había postergado

El Museo del Desierto: donde comenzó la historia

Jorge tardó dos años en ingresar a la Licenciatura en Biología en la UANL. De hecho, comenzó a trabajar en el Museo del Desierto antes de entrar a la universidad. Su dominio del alemán le abrió puertas para colaborar en proyectos con instituciones europeas y unirse a expediciones paleontológicas.

Recuerda con asombro uno de sus primeros proyectos: la búsqueda de amonites gigantes en el municipio de Jiménez.

Eran más grandes que yo. Más de metro y medio de diámetro. Verlos te cambia la vida”.

Este impulso lo llevó también a colaborar en tesis de investigación, participar en documentales y, eventualmente, descubrir que su verdadera pasión no era la academia tradicional, sino la divulgación.

La divulgación como puente: Conocer para Coexistir

Aunque disfrutaba de la investigación, algo lo frustraba: los resultados casi nunca llegaban a la sociedad.

El conocimiento se quedaba en un grupo muy selecto. Yo quería que saliera, que tocara a la gente”.

Su oportunidad llegó cuando un creador de contenido —Jorge de León— lo entrevistó en Tamaulipas. A partir de ahí, inició un camino natural hacia los videos, documentales cortos y colaboración con medios. Poco después se convirtió en Gerente de Divulgación Científica del Museo del Desierto.

Pero también decidió construir su propio proyecto.

Así nació Conocer para coexistir, su línea de trabajo personal y filosófica.

Cuando la gente conoce a la biodiversidad que la rodea, entonces puede coexistir con ella. Si no la conocemos, simplemente la destruimos sin darnos cuenta”.

Con este propósito, Jorge crea contenido para mostrar la riqueza del desierto chihuahuense y combatir la idea —muy arraigada por los documentales del pasado— de que la naturaleza “importante” está lejos, en África u otros continentes.

De niño, jamás vi representación de la biodiversidad de México. Yo quiero cambiar eso”.

Hoy trabaja en proyectos en el Cañón de San Lorenzo, desarrolla contenido sobre reptiles (especialmente lagartijas y serpientes), y colabora con organizaciones ambientales. Incluso ha recibido patrocinios para impulsar investigaciones locales.

Inspiraciones que guiaron su camino

De niño veía documentales con su abuelo materno: Steve Irwin, David Attenborough, Austin Stevens. Aquellas tardes formaron su sensibilidad y su visión del mundo.

Pero también formaron un vacío: ¿dónde estaba la naturaleza mexicana?, ¿por qué nadie hablaba del desierto chihuahuense?

Si yo crecí viendo leones y cebras, ¿cómo no voy a intentar que los niños de hoy crezcan viendo serpientes de Coahuila, lagartijas de nuestro territorio, paisajes que son nuestros?”.

Para Jorge Madrazo, la divulgación no es solo una actividad profesional; es un acto de defensa.

Quiere que la gente conozca, valore y respete la vida que nos rodea. Que descubra en un cerro, en un cañón o en una simple lagartija la posibilidad de sentirse vivo.

La naturaleza sostiene nuestra existencia. Si la consideramos, nuestro futuro está más asegurado. Si la ignoramos, nos quedamos sin casa”.

Hoy, desde Saltillo hacia el mundo digital, trabaja para que esa idea llegue donde más importa: a las nuevas generaciones.

Porque, al final, su misión se resume en una convicción sencilla y poderosa:

“Conocer nos enseña a coexistir. Y coexistir nos permite conservar lo que somos.”

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