Michelle Greicha habla con una voz suave pero firme, como quien sabe que cada palabra lleva el peso de una vida dedicada a los demás. Psicóloga de formación, maestra de vocación y empresaria por convicción, su historia es un tejido de decisiones audaces, fe inquebrantable y un compromiso profundo con la infancia y la educación. Hoy, como presidenta del DIF en Zapopan, su labor trasciende las aulas para impactar en las vidas de quienes más lo necesitan.
Nacida en el seno de una familia libanesa tradicional, Michelle creció entre aromas de comida casera y lecciones de esfuerzo. “Mis papás migraron desde Líbano y siempre nos dieron el ejemplo del trabajo duro”, recuerda. Sin embargo, fue su madre quien, con su cautela, le enseñó a medir los riesgos. “Cuando quise comprar el kínder, mi mamá me decía: ‘¿Para qué? No tienes necesidad’”. Pero Michelle, inquieta y visionaria, supo escuchar otra voz: la de su marido, Álvaro, quien la impulsó a pensar en grande. “Él siempre me echó para adelante”, confiesa con una sonrisa que delata gratitud.
Fue en 2010 cuando dio el salto al mundo empresarial. Con apenas 26 años y sin experiencia previa en el negocio educativo, un amigo le ofreció un pequeño jardín de niños en la colonia Ladrón de Guevara, en Guadalajara. “Nadie va por la calle diciendo: ‘Voy a comprar un kínder’”, bromea. Pero lo hizo. Con tres niños y una cochera como patio de recreo, comenzó lo que hoy es una institución educativa con más de 100 alumnos. “Fue mi reto más grande”, admite. “Estuve muy sola en el proceso, pero aprendí que el éxito no llega de la noche a la mañana”.
El kínder no solo fue un proyecto educativo, sino también una escuela de vida para Michelle. “Lo tomé tan en serio como si fuera una transnacional”, dice. Si era necesario ella abría, regaba las plantas al amanecer y daba personalmente los informes a los padres. “Era mi vida”, confiesa. Con el tiempo, el esfuerzo rindió frutos: el jardín de niños creció, se mudó a mejores instalaciones y se consolidó como un referente en la zona. Hoy, 15 años después, sigue siendo suyo, aunque ya no lo dirige. “Ese kínder está hecho gracias a las misses que han crecido conmigo”, reconoce con humildad.
Un proyecto social
Pero Michelle no se detuvo ahí. En 2021, su tío, Juan José Frangie, entonces candidato a la presidencia municipal de Zapopan, le propuso un nuevo desafío: presidir el DIF. “Me dijo: ‘Si gano, ¿te quieres venir conmigo?’”. La respuesta fue inmediata: “Por supuesto que sí”. Aunque confiesa que no dimensionaba del todo el reto, supo que era una oportunidad para servir desde otro frente. “El DIF ha sido mi despertar. Aquí entendí la dualidad de Zapopan: una ciudad próspera, pero con necesidades profundas”.
Desde entonces, su labor ha sido incansable. Bajo su dirección, el DIF de Zapopan ha impulsado iniciativas como la regularización de actas de nacimiento para niños y adultos mayores, y la promoción de políticas públicas que faciliten la adopción. “Cuando retiras a un niño de su casa, lo haces bajo la promesa de que estará mejor. Esa es una responsabilidad enorme”. Además, ha trabajado para llevar alegría a los más vulnerables, organizando fiestas infantiles y actividades que, aunque parecen simples, marcan la diferencia.
Michelle habla de su trabajo con una pasión que contagia. “Siento que tengo una deuda con mi privilegio. Por eso me esfuerzo cada día por responder a quienes más me necesitan”. Su compromiso es tal que, incluso en días de lluvia, revisa los reportes de Protección Civil para asegurarse de que no haya familias en riesgo. “Nunca vuelves a dormir tranquila”, confiesa.
El futuro
A pesar de las exigencias de su cargo, Michelle Greicha ha sabido equilibrar su vida personal y profesional. Madre de dos hijos, asegura que siempre los ha puesto como prioridad. “Soy increíblemente organizada. Ellos me ven llegar a comer y estar presente en sus vidas”. Sin embargo, reconoce que su trabajo ha influido en su forma de ser. “Mis hijos han cargado más con una mamá súper consciente de las necesidades de los demás”, admite.
¿Y el futuro? Michelle no lo tiene del todo claro, pero sabe que quiere seguir sirviendo. “Me encanta la política, pero mis hijos son mi freno de mano”. Sea desde el ámbito público, educativo o social, su misión seguirá siendo la misma: construir un México mejor, especialmente para los más pequeños.