No te pierdas la columna de Rita Fishburn perteneciente al mes de octubre 2024.
Todo comenzó cuando los seres humanos se reunían alrededor de la hoguera para compartir el calor del fuego, la comida y la convivencia.
Imagina a los cazadores contando sus historias de cacería y pesca, mientras las mujeres platicaban sobre los niños, los nuevos hallazgos de plantas comestibles o un nuevo ojo de agua, y los ancianos narraban historias de los antepasados, llenas de recomendaciones para la vida.
La palabra “hogar” tiene su etimología en esa hoguera o fogata ancestral, la cual nos evoca sentimientos de bienestar, de pertenecer a una familia, a nuestra tribu. Después, cuando ya se construyeron casas, la hoguera solía estar en el centro de reunión para compartir la comida, el calor, la luz y los cuentos.
Hoy en día, muchas familias están perdiendo esa convivencia familiar que se daba naturalmente alrededor de la mesa. Comen juntos quizás, pero viendo una pantalla, ya sea la televisión, el teléfono celular o los iPads.
Recuerdo que en los años 60’s se inventaron los “TV trays” para poder comer en la sala alrededor de la televisión, lo que cambió desde entonces la dinámica.
The Family Dinner Project (TFDP) es una organización que investiga sobre las cenas en familia y en su página web enlista una serie de preguntas para sacarle el mejor provecho a una conversación.
Entre ellas: ¿Qué pasó hoy que te hizo reír? ¿Qué fue algo difícil que hiciste hoy? ¿Qué aprendiste hoy qué crees que yo no sé? Etcétera.
Las investigaciones de TFCP aseguran que hay muchos beneficios para los niños que comparten cómo estuvo su día, pues aprenden habilidades de convivencia, mejoran su vocabulario y aprenden a “contar cuentos”.
Si también comparten chistes y adivinanzas, adquieren destrezas para la convivencia social. Uno de mis recuerdos favoritos es cuando mi mamá nos leía libros durante la hora de la comida o cena.
Mi hermano y yo aprendimos a comer despacio solo porque no queríamos que se acabara la hora de la lectura en voz alta. La palabra “sobremesa” no existe en muchos idiomas. Cuando menciono “sobremesa”, ¿qué recuerdos vienen a la mente?
Llevar una alternativa a las pantallas, como colores y papel, es una mejor opción para entretener a los niños mientras esperan la comida.
La música ambiental también es importante. Hay evidencia científica de que escuchar música mientras se come puede ayudar a disminuir el ritmo al que masticamos, lo que le da a nuestro cuerpo más tiempo para registrar cuándo se siente lleno.
El estómago tarda unos 20 minutos en enviar una señal de saciedad al cerebro. También hay evidencia de que la música rápida y fuerte incita a que las personas coman más y beban más.
Vamos alimentando nuestro cerebro también escuchando música y riendo (endorfina), comiendo (dopamina), socializando (oxitocina), agradeciendo (serotonina): y así seremos más felices y saludables.