Beatriz Arizpe Narro, conocida cariñosamente como Beacha, es una mujer que ha tejido su vida alrededor de sus raíces familiares, su amor por la naturaleza y su pasión por la buena comida.
Desde la creación de Terraza Romana, hasta el crecimiento de IL MERCATØ Gentiloni, su legado está profundamente ligado a sus hijos y a Saltillo, ciudad a la que ha entregado su energía y creatividad.
Madre amorosa y empresaria comprometida, fusiona sus pasiones por la biología, la educación y la gastronomía para dejar una huella indeleble en el ambiente gastronómico de la ciudad
Desde el lugar en el que nació todo, la cocina de su casa, y en medio de la sesión de fotos, Beatriz Arizpe Narro, fundadora de la Terraza Romana y propietaria de IL MERCATØ Gentiloni, confesó ser una mujer profundamente espiritual, que disfruta de cultivar su huerto y de pasar tiempo con sus 11 nietos.
En confianza, narró la historia de su vida, que sin duda, está llena de sincronicidades que la llevaron crear, en compañía de su familia, un legado que nutre de adentro hacia afuera a una ciudad entera.
Beatriz Arizpe y las raíces que alimentan
Beatriz comenzó narrando que creció en una familia donde la cocina no solo alimentaba el cuerpo, sino el alma.
“Mis abuelos paternos, Emilio Arizpe Santos y Elena de la Maza Icaza, eran de origen español y la familia de mi abuelo materno, Blas Narro Gómez, era del norte de España, mientras que mi abuela Mae Dunne, era de origen irlandés”, compartió, contando sus raíces.
La riqueza cultural que la rodeó desde pequeña marcó su vida. Su abuela Mae hacía encurtidos, jaleas, licor de durazno, bisquets y pasteles, recuerdos que aún viven en su memoria y en las recetas que sigue preparando.
“Tengo recuerdos de olores y sabores en la cocina, cazuelas llenas de perones y membrillos y de mis hermanos corriendo alrededor de la mesa esperando que salieran las delicias del horno”, mencionó Beatriz, sonriendo al recordar esos momentos que transformaron la pasión que guiaría su vida.
Rodeada de un ambiente de cariño, aprendió que la convivencia y el apoyo mutuo eran fundamentales. “Somos siete, y aunque yo soy la sexta, siempre he sentido que somos un solo equipo”, dijo.
La dinámica familiar estaba llena de risas, juegos y, por supuesto, de la influencia de su madre y su abuela en la cocina.
Cada uno de los integrantes aportaba algo único a la familia, pero para Beatriz, lo más importante era la conexión que aún los une.
“Mis hermanos son mis raíces, y con ellos aprendí que el amor y el trabajo compartido son la verdadera esencia de la vida”, mencionó, subrayando el lazo irrompible que mantienen.
Viaggio d’amore e di cucina
Desde pequeña, Beatriz se sintió fascinada por la naturaleza. “Siempre me encantó la biología, casi me hago bióloga”, mencionó con una sonrisa, recordando cómo la biodiversidad y los ecosistemas captaban su atención.
Sin embargo, su vida tomó otro rumbo cuando decidió seguir su pasión por la educación y mudarse a Italia para estudiar el sistema Montessori.
“María Montessori creía que la naturaleza es vital en la educación de los niños, algo que siempre resonó conmigo”, recordó con admiración.
En 1980, en Italia, la vida de Beatriz cambió para siempre cuando conoció al conde Emanuele Gentiloni Silveri, “Emi” para ella, y fue el comienzo de una historia de amor que trascendió fronteras.
“Nos conocimos en una calle de Perugia, él con sus amigos y yo con las mías. Nos encantamos desde el primer momento”, dijo con calidez. Aunque la idea de regresar a México parecía improbable, Emanuele la siguió, y juntos comenzaron una vida que combinaría sus culturas y tradiciones.
Se casaron en Saltillo en 1981. Juntos comenzaron un viaje que combinó su amor por la cocina, la familia y la tierra.
“A Emanuele le gustó Saltillo desde la primera vez que vino, aquí se sintió en familia y aquí decidimos vivir”, recordó.
Bea, como también le llaman sus hermanos, mencionó que la familia de Emanuele es italiana, romanista y de orígenes de Tolentino, de Las Marcas, una región al este de Italia.
“Nuestras familias eran similares en las bases: todos muy unidos”, agregó.
Jugos la Huerta, fue su primer proyecto juntos, una pequeña tienda donde ofrecían productos orgánicos y de calidad. “Empezamos vendiendo licuados que los mismos clientes iban inventando”, aseveró.
“Nosotros atendíamos todo, junto con unos sobrinos que les encantaba ir ayudar. Sentían que estaban jugando a la tiendita”, comentó entre risas.
Mencionó que fue una época de descubrimientos y arduo trabajo, pero también de gran satisfacción, pues cada bebida que ofrecían representaba un producto lleno de vida y salud.
La historia de la Terraza Romana
Después de que el conde comenzó a extrañar los sabores de su Italia natal, la idea de abrir un restaurante donde pudieran ofrecer auténtica comida italiana fue tomando forma de manera orgánica, casi como una extensión natural de la vida que Beatriz y Emanuele compartían.
“Emi añoraba la comida con la que había crecido y deseaba compartir esos sabores con los demás”, recordó Beatriz.
La pareja ya tenía un estilo de vida en el que los ingredientes frescos y de alta calidad eran fundamentales.
“Teníamos una huerta con árboles de manzanas y peras, y sembrábamos nuestras verduras”, dijo. Agregó que cultivaban todo lo que podían y criaban animales: vacas, gallinas, cerdos y caballos.
“La idea siempre fue comer lo que nosotros mismos cosechábamos o criábamos, asegurándonos de que la calidad fuera impecable en cada ingrediente”, agregó. Lo que comenzó como una práctica familiar, se fue expandiendo poco a poco.
“Primero compartimos con nuestra familia y amigos, y así fue como La Terrazza Romana se convirtió en un lugar de reunión y convivencia”, explicó.
El restaurante, que estaba ubicado en la calle de Victoria, frente a la Alameda, se transformó en un espacio en el que no solo se disfrutaba de buena comida, sino que también se cultivaban relaciones y recuerdos.
Desde aquel entonces, sus hijos tenían interés por involucrarse en las dinámicas del restaurante familiar.
“Nos encantaba compartir y atender a las personas, y lo hacíamos con todo el corazón”, confesó Beatriz. No cabe duda que aquellos que fueron al restaurante, que abrió sus puertas en 1991, recuerdan las fotografías de los clientes, las cuales adornaban las paredes del lugar.
Il mercato familiare
Tras la lamentable partida de Emanuele en 2015, su visión culinaria continuó a través de sus hijos, Fabio, Pedro, Lito y Blas Gentiloni, quienes luego de concluir sus estudios, continuaron con los planes de su padre de mover el restaurante al norte de la ciudad. Así fue que nació IL MERCATØ Gentiloni. “Me siento muy orgullosa de verlos trabajar juntos”, expresó Beatriz.
Este nuevo proyecto trajo consigo un nuevo estándar al panorama gastronómico saltillense. Fue inaugurado el 26 de septiembre de 2017 como único en su tipo, diseñado por el reconocido arquitecto regiomontano, Agustín Landa. En la actualidad, el recinto cumple siete años de ser un complejo gastronómico que une cultura, diseño y buena comida.
Ubicado en Parque Centro, se ha convertido en el corazón de la familia y de la ciudad gracias a su hermosa estética, deliciosa propuesta y variedad de restaurantes, todos manejados como lo hacían en los inicios de La Terraza Romana, y como siempre, de la mano de la especialista en servicio, Adriana Talamás.
Íl cuore della città
Para Beatriz, IL MERCATØ Gentiloni es más que un negocio. “Es gran parte de lo que nos mantiene unidos”, afirmó. Allí, su familia no solo trabaja, sino que también convive y encuentra en la comida el hilo conductor de su unión.
El proyecto ha destacado, pues el complejo es hoy uno de los lugares preferidos para celebrar la tradición italiana con una buena copa de vino. Su oferta gastronómica y propuestas exquisitas, más sus activaciones culturales y cafetería, enamoran a cualquiera que lo visita.
“Gozamos de seguir innovando en familia y junto con todos nuestros colaboradores”, comentó Beacha, pues el recinto opera 17 unidades de negocio, 6 restaurantes, emplea a más de 150 personas y cuenta con 40 años de experiencia en servicio, sabor y calidad.
La historia de Beatriz y su familia es una de profundas raíces, tanto familiares como culturales, que se han entrelazado para formar un legado que nutre. Sin duda, su labor y trayectoria están tejidos por un andar culinario que, con más de cuatro décadas, sigue alimentando el alma de Saltillo.
QUOTES
“Hoy me siento muy orgullosa de ver que mis hijos se mantienen unidos y trabajando juntos; IL MERCATØ Gentiloni para mí, representa la familia”
“Mis hermanos se asustan porque detecto qué hay en cada platillo. Desde las especias, si le falta o si le sobra, si el aceite de oliva es puro, si la mantequilla es de verdad o si las naranjas son orgánicas”
PLAYERS MUST
- Restaurante favorito en el mundo: Terrazza Romana
- Platillo que recomiendas: Salmón Beatrice
- Lugar favorito en el mundo: Mi casa en Saltillo y Tolentino en Italia