Dentro del ecosistema de la moda, de toda la maquinaria que se moviliza para el lanzamiento de una colección, una pasarela o una sesión fotografía, existe una figura que desde hace más de décadas cambió las formas de hacer las cosas en Guadalajara: Luis Enrique Bolívar.
Su talento se ha diversificado con los años. Domina tanto lo editorial, la producción y coordinación de desfiles, es docente, stylist, entre un sinfín de cualidades más que hoy lo llevan a explorar también la producción musical para pasarelas y los fashion films.
No hay rubro en la industria que no haya experimentado y esa empatía de conocer desde cero cómo se forja un proceso creativo, lo ha posicionado como uno de los expertos más respetados de la moda mexicana.
Luis Enrique Bolívar Lugo es venezolano. Recuerda a la perfección aquel 21 de marzo de 2001 cuando llegó a la ciudad y se mimetizó con la cultura tapatía. Pero el plan no era hacer de Guadalajara su segunda casa. Antes estaba Japón en el mapa para continuar con su formación académica.
La vida lo puso en la Perla Tapatía, desde donde ha proyectado su talento para diversos proyectos locales, nacionales e internacionales. Su creatividad se ha convertido en aliada de diseñadores que, confían en el instituto de Luis para presentar sus creaciones al mundo.
“He sido una persona privilegiada. Me encantaría contar una historia en la que me costó mucho trabajo, que sufrí, pero no fue así. Tuve muchos privilegios, pero llegar a esta ciudad (Guadalajara) sí fue una aventura, fue totalmente inesperado. Yo pensaba tomar una maestría en Japón”.
Tampoco olvida que los icónicos hermanos Lupercio y Sally Rangel, impulsores de la mítica agencia Maniquí Modelos, fueron quienes lo arroparon como fotógrafo. Así, su carrera en Guadalajara comenzó a trazar nuevos caminos que lo vincularon a otros emblemáticos proyectos tapatíos como la revista Blink con Michelle Leaño, en donde por 8 años fue editor.
“Empecé con estilismo, coordinación de desfiles, bastantes relaciones públicas. Siempre estuve rodeado de gente maravillosa. Estoy altamente agradecido con tantas personas que dieron un soporte, que me abrieron las puertas, que creyeron absolutamente en mí”.
Testigo de cómo Guadalajara también crecía y se consolidaba como una metrópoli clave en diversos rubros industriales y comerciales, Luis ha formado parte de una oleada que puso a la ciudad en los ojos del mundo.
Diseñadores tapatíos triunfando y vendiendo en el extranjero, el surgimiento de nuevos talentos, proliferación de nuevos recintos y espacios creativos, el nacimiento de Andares, la llegada de boutiques de lujo que parecían inalcanzables. Todo lo ha visto y con ello la profesionalización de las diversas labores que dan forma y fondo a la industria de la moda.
A eso se ha sumado cómo su expertise se refleja también en su vocación como docente, pasando desde la Universidad Autónoma de Guadalajara hasta la Universidad de Guadalajara, enseñando aspectos elementales para animar a nuevos talentos a buscar su lugar en este sector: gestión y producción de eventos de moda, imagen y estilismo, historia del vestido mexicano, mercadotecnia en la moda, sociología de la moda, moda contemporánea y análisis internacional.
Prácticamente todas las labores que intervienen en la industria las has explorado y eso te ha generado mayor sensibilidad sobre el proceso que te implicará cada proyecto…
“Lo único que no he hecho es modelar, y aún así en mi juventud estuve en agencia, hice comerciales en Venezuela. Lo he probado todo, por eso siempre vienen más proyectos.
Siempre quiero hacer más cosas, me aburro muy fácilmente. Me esfuerzo en tratar de especializarme”.
¿Cuál fue esa influencia, ese impulso que te conectó y acercó a la industria de la moda?
“Yo venía de Venezuela, un país con mucha bonanza hasta cierto momento. Me tocaron los años 80 y 90 allá. Mi madre siempre fue un modelo para mí en términos de imagen y todo. Ella siempre iba en la vanguardia dentro de su entorno. Fue muy inspiradora en todo momento.
También, en un país en el que Miss Venezuela es parte de la cultura popular, yo estuve cerca de, me tocó ver piezas de Gianfranco Ferré para Dior, Valentino, Bob Mackie, desde muy joven me tocó estar cerca de estas grandes creaciones, más los creadores venezolanos como Ángel Sánchez, Margarita Zingg, Mayela Camacho. Para mí esto era día a día, como muchas personas allá.
Cuando llegó aquí encuentro que sí hay una industria, un movimiento, pero también labores que estaban un poco inexploradas. Tuve el privilegio de iniciar gran parte de eso. Eso me posicionó de una forma muy rápida”.
Justo atestiguas esa proyección y transformación de Guadalajara como una ciudad clave en general en la industria de la moda con la ola de diseñadores locales, apertura de plazas comercial, marcas de lujo abriendo boutiques
“Fue fantástico. Yo venía de una Caracas súper acelerada, complicada, y encuentro una ciudad (Guadalajara) extraordinariamente hermosa con mucho potencial, era una calidad de vida extrema. Me tocó ir viendo ese crecimiento, vivirlo y formar parte de.
Eso siempre ha sido muy inspirador y al mismo tiempo muy impactante porque sigo viendo avances y avances, Guadalajara no se detiene. Veo nuevas generaciones extraordinarias, gente que trae ideas impresionantes”.
A la par de profesionalizar tus talentos, ¿cómo fue hacer rentable tu trabajo, que tanto empresas, diseñadores, quien requiriera de ti, entendiera el valor de tu labor?
“Yo venía de una formación académica bastante oficial. Estudié publicidad, comunicación, estaba preparado para algo más institucionalizado de alguna manera, y llegué en este medio, en donde todo es incertidumbre en cuanto a cotizarte.
Siempre he sido muy fiel a mis convicciones y casi siempre he trabajado en un sector que a mí me apasiona y con el que me siento muy identificado, aunque quizá no forme parte de, que es el sector del lujo.
Siempre me identifiqué más con el nivel de imagen, un cierto conservadurismo, la vanguardia, eso implica un valor también. Creo que tú tienes que darle el valor a tu trabajo con conciencia y sentido de justicia y honestidad.
Cada vez que hago una cotización de mi trabajo me pongo a pensar en todos los libros que he leído, películas que visto, mis viajes, la gastronomía que he probado, las experiencias personales. Todo esto va ahí, porque esto es un trabajo creativo.
Nunca vas a poder cobrar realmente lo que significa toda la formación que tienes, pero tratas de buscar un equilibrio y al mismo tiempo entender cómo está la ley de oferta y demanda. Mientras más cosas sucedan, mejor nos irá a todos”.
También has desarrollado una parte académica en tu profesión con la docencia: ¿Cómo ha cambiado tu perspectiva hacia lo que ahora buscan quienes estudian algo relacionado a la industria de la moda?
“Creo que es lo que más disfruto hacer, pero para ello tengo que seguir activo y estar en contacto con estos jóvenes extraordinarios.
La mentalidad de los estudiantes ha cambiado mucho y sí, antes había como una visión de más ego, aunque no deja de estar presente, porque creo que va muy ligado a una cuestión de imagen.
Es una lucha diaria de cada persona de aterrizarte, de poner tus ideas, de tener conciencia y no estar solo en este mundo elevado y sintiéndonos los súper top, cuando en realidad hay que pensar qué trascendencia estamos teniendo y a quiénes estamos impactando.
Ha cambiado mucho esa mentalidad y obviamente las redes sociales han tenido mucho que ver, porque hay más lucha social a través de estas, se tocan más temas que antes eran solo eran parte del paisaje, que no los analizábamos”.
¿Cómo es un día habitual en tu agenda para maniobrar múltiples proyectos para poner en marcha tus procesos creativos?
“Hay que partir de entender al cliente, el mercado, cómo podemos casar lo que tiene que ver con la visión tradicional de negocios con algo que va de la mano de la moda, que es la vanguardia, el romper esquemas. Es buscar ese equilibrio.
Al mismo tiempo, llegas a un punto, en el que ya tienes cierta experiencia donde muchas cosas salen de forma bastante natural y rápido. Cada vez me dejo llevar más, disfruto más, y salen mejor las cosas, pero también es porque ya pasé por todo este proceso de conciencia, de entender el negocio, a las marcas. Hoy en día no planifico, disfruto”.
¿Consideras que hoy es más fácil emprender en la industria de la moda, sea cual sea tu nicho, en una ciudad como Guadalajara o en general en México?
“No es fácil, el problema es que nos cuesta mucho trabajo. Nosotros como latinoamericanos solemos tener mucho miedo al cambio, tenemos muchas ideas que nos hacen ser menos prácticos, pero tenemos otras virtudes.
Nos gana el miedo, ciertas costumbres, esta cultura de sufrimiento de ‘para que puedas llegar a cumplir tus objetivos de vida te tienen que costar mucho, tienes que sufrir’. Nos enseñan todo eso culturalmente y muchas veces es impráctico, nos frena. Yo también lo he vivido.
Como nos cuesta mucho trabajo aventarnos, no arriesgamos y generalmente nos queremos ir sobre la zona de confort y sobre una fórmula que ya le funciono a alguien más, pero no buscamos el elemento diferenciador. Yo es algo por lo que lucho muchísimo.
Hay que buscar qué es lo que vas a ofrecer que de verdad vamos a encontrar únicamente en ti, eso es lo que nos cuesta trabajo, que es donde hay que arriesgar. En todo negocio hay que arriesgar con ciertas precauciones”.