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noviembre 24, 2024

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Columna de Rita Fishburn: ¿Cuál es la buena educación?

En la columna de Rita Fishburn por el mes de marzo, reflexiona sobre la infancia, educación y habilidades interpersonales.

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Cuando reflexionamos sobre la educación y la mejor escuela para nuestros hijos, a menudo, pensamos en la importancia del dominio de las matemáticas y del uso de la gramática correcta, sin embargo, María Montessori consideraba a los niños como la esperanza de la humanidad, y aunque esas habilidades académicas son esenciales, los rasgos de carácter como la gracia y cortesía, la cooperación y solidaridad, ayudan al niño a generar la capacidad de hacer frente a los problemas de la vida, incluyendo los más grandes de todos, la guerra y la paz. Columna de Rita Fishburn del mes de marzo.

Las inteligencias sociales y emocionales son llamadas las habilidades suaves e incluyen habilidades interpersonales y personales: adecuada comunicación, escuchar respetuosamente, solución de problemas, trabajo en equipo, justicia, respeto a las diferencias, juego limpio, manejo del tiempo, liderazgo y empatía. Estas son las principales habilidades que los empleadores buscan en los candidatos que contratan pues son importantes para casi todos los puestos.

¿Cómo sería nuestro mundo, si todos nos tratáramos con gracia y cortesía, que buscáramos cooperar en vez de competir? Imagínate que los líderes del mundo respetaran sus diferencias, que ofrecieran sugerencias y soluciones alternativas a los problemas. Imaginemos una sociedad donde la gente ejerce el autocontrol, que conduce a la concentración, y así a logros, que llevan al éxito. Ese es el tipo de mundo que veo y quiero para mis semejantes.

En el libro “Social” de Matthew Lieberman, se dice que nuestros cerebros están intrínsecamente cableados para conectarse con otros. En la antigüedad, estas relaciones sociales nos ayudaron a sobrevivir. Además, nuestra comunicación social está impulsada por tres fuerzas: conexión, lectura de mentes (¿qué pensará el otro?) y armonía. En conclusión, estamos programados para ser sociales. Nos impulsan motivaciones profundas para permanecer conectados con amigos y familiares. Sentimos curiosidad natural por lo que sucede en las mentes de otras personas. Nuestras identidades están formadas por los valores de nuestros grupos sociales y nuestra felicidad se basa en la conexión con otros seres humanos.

Durante el encierro de la pandemia, casi la mitad de los padres informaron que las habilidades sociales y emocionales de sus hijos habían empeorado. Sí hay un rezago académico en nuestros niños y jóvenes, pero lo que más preocupa, son sus problemas de salud mental. ¿Cómo podemos apoyarlos? Guiándoles a que aprendan estas habilidades suaves basadas en valores, en especial con nuestro ejemplo.

“Los principios adecuados son como una brújula: siempre señalan el camino. Si sabemos leerlos, no nos perderemos, ni habrá confusión ni engaño por voces y valores conflictivos”, dijo Stephen Covey.

Este es un ejercicio que pueden hacer en familia para fortalecer los vínculos y valores familiares: entre todos, busquen y escojan lo que los identifica, por ejemplo, hagan una lista de valores universales; busquen simbología de colores, animales, flores y juntos hagan el lema de la familia. Colaboren haciendo el diseño de su escudo familiar. Cuélguenlo en un lugar visible y será un recordatorio de los valores que comparten y los hacen quienes son.

Viajando con mi nieta Ana María, de 9 años, en el aeropuerto de Denver, al comprar comida, no pasó la tarjeta. Intenté dos veces y nada. De repente, una señora desconocida pagó la cuenta y se fue. Qué bello aprendizaje de bondad nos dejó, y mi nieta se quedó impactada y aprendió la valiosa lección de la regla platino: Trata a los demás como quisieras ser tratado.

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