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noviembre 22, 2024

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La educación: motor para el progreso de México

La aportación histórica de las universidades a la educación de un país es innegable. Éstas desempeñan un papel crucial que va más allá de la mera transmisión de conocimientos a sus estudiantes

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Por Dr. Abraham Mendoza Andrade – Vicerrector General de Investigación de la Universidad Panamericana

La aportación histórica de las universidades a la educación de un país es innegable. Éstas desempeñan un papel crucial que va más allá de la mera transmisión de conocimientos a sus estudiantes. Además de desarrollar saberes, tienen la responsabilidad de enriquecer la personalidad y forjar el carácter de sus alumnos en una etapa que supone el espacio intermedio entre la vida adulta y profesional y la vida escolar.

Esta tarea no se limita al espacio del aula o al tiempo de una clase, a lo largo de su trayecto universitario, los estudiantes participan en actividades de servicio comunitario, promoviendo así un sentido de responsabilidad y compromiso hacia la sociedad. Estas experiencias no solo enriquecen a nivel individual, sino que también contribuyen al progreso social, cultural y económico del país en su totalidad.

En resumen, la educación superior no solo es esencial para el crecimiento y desarrollo personal, sino también un motor fundamental para el avance de la sociedad y el progreso de las naciones.

Debido a dicha relevancia, la educación es un derecho y a su vez, un deber del Estado. Las instituciones educativas públicas, responden a ese deber y las instituciones privadas se corresponsabilizan con el Estado para sumar y enriquecer a los ciudadanos a las condiciones económicas, sociales y culturales de dicha Nación, que se generan a partir de la educación de sus ciudadanos.

Gracias a las condiciones que se generaron históricamente por el Estado, las universidades públicas mexicanas han sido clave en la formación de profesionales, la promoción de la cultura, la participación social y la democratización de la educación superior, brindando oportunidades de acceso a la educación a un amplio segmento de la población, incluyendo los más marginados contribuyendo también de manera importante a la movilidad social.

Por su parte, las universidades privadas también han desempeñado un papel significativo en el panorama educativo del país. Han asumido solidaria y corresponsablemente, un rol esencial en la formación y desarrollo de profesionales altamente capacitados, adaptándose de manera continua para satisfacer las cambiantes demandas de la sociedad.

Un ejemplo destacado es la Asociación Mexicana de Universidades Privadas (AMUP), compuesta por nueve instituciones privadas de alto prestigio. El propósito de esta asociación es mejorar la oferta educativa y su impacto social, así como contribuir a la constante actualización de la formación integral, manteniéndose en sintonía con la realidad global y promoviendo valores universales. Según datos públicos proporcionados por esta asociación (correspondientes al período de agosto de 2021 a julio de 2022), sus miembros están presentes en veinticuatro estados de la República Mexicana, atendiendo a más de cien mil alumnos con apoyo de becas para sus estudios.

Cuentan con más de 1,350 miembros del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores que ofrecen conocimientos de punta y que investigan sobre los principales retos y problemas a los que se enfrenta nuestro país. Además, han llevado a cabo más de 12 millones de horas, a través de más de 100 mil proyectos, de servicio y labor social, contribuyendo significativamente a mejorar las condiciones de vida de las personas.

Estos datos evidencian que las instituciones privadas en México no son sólo son una opción más para algunos ciudadanos, sino un componente vital del ecosistema educativo del país, debido al compromiso que han asumido con la formación de profesionales de alto nivel y con la ampliación de la cobertura educativa a nivel nacional, brindando acceso a una educación de calidad con un impacto social significativo.

Por tanto, la Universidad es no solo un lugar o un espacio físico, sino que es además un sujeto social, un organismo intermedio que como tal, es un vínculo entre la ciudadanía y los órganos de gobierno y por lo tanto genera un aporte al capital social de un país.

Es decir, no solo desarrolla a los individuos que acuden a ella, sino que además este sujeto social, como institución, media para el crecimiento de un país en virtud de las relaciones que genera y de los vínculos que establece con otros sujetos sociales como el mercado, el gobierno, las asociaciones civiles, etc.

La colaboración entre instituciones públicas y privadas es una realidad en diversos aspectos. Un ejemplo destacado es el impacto global de la ciencia mexicana, que se potencia cuando estas instituciones trabajan juntas.

Por lo tanto, es esencial que tengamos una política pública educativa que reduzca las brechas que nuestro sistema educativo crea en la relación entre instituciones públicas y privadas. Esto abarca temas como el acceso a recursos esenciales para el desarrollo del capital humano, la transferencia de conocimientos en beneficio de la sociedad y el apoyo para la mejora de la infraestructura.

La visión de nuestras instituciones educativas debe enfocarse en la importancia de brindar una educación de alta calidad, sin perder de vista que son los seres humanos quienes deciden y actúan utilizando sus capacidades.

Por ello, es esencial mantener una perspectiva ética sobre el impacto de estas decisiones. Nuestro país y el mundo serán mejores si valoramos adecuadamente nuestros sistemas educativos y priorizamos el papel que la educación desempeña en la formación de individuos más humanos y conscientes de su capacidad para cambiar la realidad, como por ejemplo, reducir la pobreza y la desigualdad a través de su trabajo.

Paulo Freire decía: “La educación no cambia el mundo, cambia a las personas que van a cambiar el mundo”.

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