La lógica y las creencias populares indican que las infancias que tienen una mejor alimentación, tienen mejores aprendizajes en la escuela. Esto tiene sentido porque sabemos que cuando el cuerpo humano y el cerebro cuentan con suficientes nutrientes para cumplir con las funciones biológicas de cognición, es capaz de ejecutar de manera correcta los procesos que ocurren durante experiencias de aprendizaje.
Hay evidencia sobre la malnutrición en las primeras etapas de la vida y el daño que puede causar de manera permanente la capacidad cognitiva y de aprendizaje en las infancias para etapas posteriores de la vida. Es por eso por lo que, frecuentemente, establecemos un vínculo entre la nutrición y los logros en aprendizaje.
Sin embargo, la evidencia sobre la mejoría de aprendizajes fundamentales en niños de escuelas que han sido intervenidas con programas de alimentación escolar, es mixta. Es decir, no es concluyente y es sumamente dependiente del contexto de la intervención.
Existen programas de nutrición que resultan en una mejoría en la matriculación escolar y en la asistencia promedio de infantes a clases durante el año escolar, pero que al mismo tiempo, al medir el efecto sobre sus aprendizajes, muestran efectos nulos.
Es decir, que cuando se incorporan programas de alimentación escolar, que no intervienen de ninguna manera las prácticas docentes y los procesos de enseñanza-aprendizaje en las escuelas, es muy posible que, aunque pueda resultar en mayor matriculación y asistencia, el resultado sobre el aprendizaje sea nulo. Esto puede ocurrir mayormente en contextos, en donde sabemos que las infancias en las escuelas no están mostrando niveles de aprendizaje suficientes.
En cambio, existen otros programas en los que los programas de nutrición escolar, sí resultan beneficiosos sobre los aprendizajes fundamentales de los infantes que asisten a estas escuelas. Estos resultados pueden obedecer a múltiples factores en estas intervenciones, pero mayormente las coincidencias son dos:
El primero es que se intervienen contextos en los que los resultados de aprendizaje escolar son usualmente buenos, es decir, que los pequeños que asisten a la escuela, muestran una mejoría significativa muy grande por sobre aprendizajes fundamentales, cuando se les compara con infancias que no asisten a la escuela.
De manera que lo primordial no es en sí el programa de nutrición, sino cualquier programa que logre matricular a las infancias y asegurar su asistencia a los centros escolares.
El segundo, se refiere a programas cuya intervención introduce algún tipo de mejora en la práctica docente, o en la programación académica, enfocada a producir buenos resultados en aprendizajes fundamentales.
Cuando estos factores se combinan, sobre todo en entornos empobrecidos, las intervenciones suelen mostrar efectos significativos sobre los aprendizajes fundamentales, además de los efectos positivos asociados a mejor salud nutricional de las infancias.
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Lo que debemos tener claro, cuando pensamos en el diseño de intervenciones nutricionales, es el contexto que se va a intervenir.
Un adecuado diseño del experimento puede ayudarnos a prever mejores resultados en aprendizajes de las infancias, así como mayor matriculación y permanencia en las escuelas.
Es fundamental que cuando pensemos en el diseño de programas de nutrición escolar, tengamos claro cuáles son los objetivos que se pretenden alcanzar y en función del contexto y de estos, pensemos entonces en el mejor diseño de programa que pueda ayudar a lograrlos.
