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noviembre 24, 2024

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Marketing a la carta – Por Edgardo López

La incansable creatividad del ser humano se reta constantemente para descubrir nuevos ingredientes, mezclarlos de formas inesperadas

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Por Edgardo López Huerta, socio MISHTECH Creative Business Agency

Hablemos de ideas, marketing, publicidad y emprendimiento

edgardo@mishtech.com

Ig: edgardolh

Si recordamos la escala de necesidades de Maslow, quizá nos permita entender qué ha pasado y cómo ha evolucionado el concepto de gastronomía en el mundo. Lo que establece el psicólogo es que conforme satisfacemos las necesidades más básicas, aspiramos a otras más complejas.

Es decir, Abraham Maslow planteaba que los seres humanos perseguimos nuestros objetivos siempre que el ambiente sea óptimo. Por ello, nuestras metas varían en función de nuestra situación en cada momento.

Así que pensemos por un momento, nos alimentamos para dar a nuestro cuerpo una función vital de movimiento, de tener energía para que la máquina perfecta pueda estar operando. Es entonces que una carga de nutrientes básicos entre proteína, lípidos, vitaminas y minerales nos permite vivir. 

Pero según la teoría de Maslow al ser fácil acceder a huevos, almendras, manzanas, garbanzos y arroz de donde podemos obtener estos elementos, hemos buscado sofisticar la propuesta de sabor y complejidad para deleitar nuestros sentidos al máximo.

La incansable creatividad del ser humano se reta constantemente para descubrir nuevos ingredientes, mezclarlos de formas inesperadas e incluso deconstruir para tener propuestas hasta de comida molecular, que por extraño que parezca se termina pagando una cantidad de dinero irrisoria sólo por el chiste de saber a qué rayos sabe eso.

Es un hecho que esta búsqueda también nos ha permitido abrazar tipos de comida que se han popularizado en el mundo, es así que en casi cada destino turístico podremos encontrar una pizzería, podemos aplaudir lo destacado de propuestas de comida como la peruana, japonesa y claro la increíble comida mexicana.

Pero según Maslow, nuevamente, teníamos que ir más allá, encontrar ese “je ne sais quoi”, hacerlo único, premiarlo con estrellas Michelin, para después hacerlo casi prohibido.

Y es entonces donde entran a la ecuación conceptos más elaborados, que bajo la premisa de que comemos con los cinco sentidos se crean experiencias que elevan la propuesta de satisfacer el paladar, el ánimo y hasta el corazón.

Martin Lindstrom, en su libro Brand Sense, nos lleva de la mano en cómo las marcas que logran conectar con los sentidos crearán vínculos más poderosos con sus clientes.

Las marcas se centran en estimular, principalmente en captar la atención vía la vista, pero el oído, tacto, sabor u olfato tienen un vínculo más fuerte y poderoso con la memoria y pueden llegar en forma directa a nuestras emociones provocando estímulos sensoriales en la memoria de largo plazo.

Esta teoría podría ser la clave del marketing en la industria gastronómica, que parece que nos lleva paso a paso en un viaje de emociones para tener una gran experiencia en la masa.

Dicen que comemos con los ojos, y el ambiente nos abraza, es así que algunos restaurantes se esmeran por crear estas experiencias que van más allá de que el plato esté rico. Decoraciones perfectamente estudiadas que nos transportan, música cuidadosamente seleccionada, olores que se escapan sutilmente a la entrada del restaurante.

Y si sumamos además, como Lindstrom relata en su libro, que las marcas conectan con experiencias similares a lo que vive una persona en su relación con una religión y su deporte, donde los ritos, símbolos, protocolos terminan aderezando la experiencia, donde entra en juego claro, el servicio al cliente, al fino oficio casi perdido de la mayordomía, donde todo juega a un ritmo y cadencia, forma de sentarse, cubiertos, copas, tiempos de comida, casi al puro estilo de Downton Abbey en manos del gran Carson. Con todo ello tendremos una experiencia memorable.

Sin duda todo esto está muy bien, pero como siempre no podemos echarle más ganas a la envoltura que al propio regalo. El producto es el centro. Puedes pensar en un sin fin de acciones, pero si al final el producto resulta ser un congelado que lo adornas bien, nada de todo esto resultará.

Así que mucho cuidado en no dejarse llevar por los espejos, el show de pantallas o ridículas infusiones con humo resultado del elixir de algún volcán, si al final el producto está malo. En otras palabras, es “mucho ruido y pocas nueces” como diría Shakespeare.

Por lo pronto, buen provecho.

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