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julio 3, 2024

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Riesgo, reflexión y movimiento – Por Dolores Tapia

Guadalajara fue testigo de la potencia de 10 bailarines poderosos, dueños de una corporalidad intensa...

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Por Dolores Tapia

La danza es libertad y la libertad nos cuesta muchas cosas. Para Sócrates era algo que debía ser buscado también en el interior del alma.

Y con todo lo anterior, insisto en no querer caer en el lugar común de que la danza “se debe sentir” o que el trabajo del cuerpo tiene que “ser emotivo”, a eso iremos después cuando aborde el tema de que en esta disciplina artística, perdón maestros, no todo es técnica.

Porque es ahí donde nos hemos detenido para cobijarnos con el preciosísimo manto de la corrección política.

Ya lo dijo Wim Vandekeybus: “Pienso que hay demasiadas obras que se parecen porque hay como un espíritu de la época que es complaciente. Hay un riesgo en ser coherente con lo que haces, pero debes aprender a vivir con esta presión.

 Después de 45 obras sería una pena que yo cediera. Una profesión sin riesgo no me apetece”. Y bajo el espectro de estas palabras, Guadalajara fue testigo de la potencia de 10 bailarines poderosos, dueños de una corporalidad intensa, construyendo y deconstruyendo como magos, como acróbatas, como poetas.

Wim Vandekeybus y la compañía Ultima Vez estuvieron en Guadalajara el pasado agosto. El bailarin, coreógrafo y gestor Eleno Guzmán señalaba, bajo su propio “riesgo”, que la visita de estos grandes artistas era “histórica”.

Eleno “Neno” es director de la compañía de gestión y producción Moves, quien junto con la Universidad de Guadalajara fraguó el proyecto para aterrizarse. Voilá.

A estas alturas no me importa si sueno dramática, por supuesto que la llegada der Wim al Teatro Diana es histórica, no sólo porque es un referente de la danza belga y de la danza internacional, sino porque en una Guadalajara que ya no carece de teatros y recintos, de producciones de toda estatura, de buenas gestiones y preparación para ella, el trabajo de este puño emblemático de artistas pone sobre la mesa algo que no es nuevo, pero que en nuestro contexto (sí, el tapatío) nos incita, nos provoca y observo como necesario que así sea.

Vivimos en una ciudad que tiene gran tradición de ballet y los espectáculos amateur, de academia y profesionales que se presentan en los recintos diversos son concurridos, tienen un público pujante. Es verdad que para este combo, las academias juegan un papel muy importante, como en el territorio del flamenco -aunque con sus variantes-.

Volviendo al contemporáneo y a la danza-teatro o al teatro-danza, nuestra ciudad ha contado a lo largo de los años con agentes, agrupaciones y compañías de danza contemporánea de poderoso nivel -esto lo atestigüé durante años en el corazón de una redacción cubriendo la fuente de arte escénico-, esos agentes se han diluido en otras búsquedas donde el contemporáneo me parece, salió perdiendo, quizá por ello como público y agente cultural hago hincapié y me obligo a pensar en la danza más allá de los salones de clase y de los amigos a quienes comprendo.

La danza contemporánea de Guadalajara me parecía una vitamina particular para el desarrollo del teatro y para la observación de otras formas de producción e incluso de gestión, sus estéticas tan cercanas al sueño, a la deconstrucción y a la poesía en la década de los noventa me parecían fascinantes frente a un teatro que no podía pensarse fuera del texto.

Y en este universo, mención aparte requiere Rafael Carlín quien desde entonces ha venido trabajando y este 2023 celebra 20 años de trabajo en la danza contemporánea, razón por la que se presentará el 29 de septiembre en el Conjunto Santander.

Intentemos pues… ver más amplio y más lejos. A Guadalajara, la presencia de trabajos como “De Scheherezade”, de María Pagés -Premio Princesa de Asturias en danza flamenca- la orilla a pensar la formación dancística, claro que sí, también la importancia de las academias en el sector e incita a la reflexión sobre dónde estamos en el área de profesionalización.

Bien, logrado. Sin embargo, arriesguemos más, pensemos desde el flamenco:

  • ¿Qué estamos narrando en el escenario?
  • ¿Cómo estamos produciendo?
  • ¿Qué le estamos dando al público, más allá de una pulcritud y una buena técnica?
  • ¿Cómo podemos ir más allá si apenas nos vemos unos a otros como comunidad?

No lo digo yo, lo dijimos en el evento “Tribulaciones de María” frente a la misma María Pagés, una mesa de reflexión que no fue lo que esperábamos al inicio, pero fue precisamente lo que necesitábamos al final.

La presencia de Wim Vandekeybus va mucho más allá de “presentar grandes espectáculos en la ciudad”, sí, por supuesto, nos recuerda la necesidad de ruptura, de re-pensar la danza que estamos haciendo.

Como señaló, a su vez, Pina Bausch: “No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve”. Los puntos de partida, los puntos de riesgo son medulares para el desarrollo de narrativas y poéticas que nos provoquen como espectadores. ¿Será que seguimos siendo demasiado complacientes? ¿Será que nos disgregamos de una manera que nos cuesta volver a vernos?

La condición y naturaleza artística va mucho más allá de la técnica y la buena escuela -ojo, no lo minimizo-, el adn del creador, literal, es “crear” una nueva realidad, provocar la reflexión, sacudir. También a nivel social hay tiempos propicios para intentarlo.

Quizá este momento para los creadores escénicos, sea un momento de observación del movimiento, de la ciudad. Seguiremos hablando de ello.

Por lo pronto, el próximo octubre se presentará “Omphalos”, de Damian Jalet en el Conjunto Santander. Charlaremos de ello.

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