Luchar contra el cambio climático es un reto que pocos están dispuestos a tomar debido al nivel de compromiso que requiere, sin embargo, ¿Qué será de México en unos años si no se toma acción ahora? Esta fue la pregunta que se plantearon dos jóvenes regios quienes, preocupados por los estragos que ya se estaban viviendo, decidieron asumir la responsabilidad de construir un mejor futuro.
Dicen que muchas de las grandes ideas surgen en el Tec de Monterrey, y ésta ocurrió en un salón de clases. Diego Ayala y Jorge Gandar se encontraban conversando sobre emprendimiento y soluciones para reducir los costos de la energía solar. No pasaron más de dos meses desde esa charla para que Grupo LUXUN se constituyera como una empresa que ofrece financiamiento para paneles solares.
Hoy en día este par está al frente como co-directores generales, sumando poco después a Juan Carlos Díaz como director financiero. Tres jóvenes que se sintieron motivados por hacer un cambio en el país y marcar la diferencia a través de las energías limpias.
Para ellos, hacer conciencia sobre los problemas del cambio climático no era suficiente, por ello decidieron asumir el riesgo de ser el incentivo económico que los negocios necesitan para sumarse a esta ola ecologista. Es decir, se atrevieron a reinventar el consumo de electricidad con una propuesta de paneles solares sin inversión. Y es que este trío ha tratado de ser muy consciente del mundo que quieren dejar: “las nuevas generaciones ya traemos una conciencia de que hay que ser sustentables, pero esto ya pasó a un tema de cómo vamos a ejecutar esto realmente”, afirma Juan Carlos.
PERSISTIR Y NUNCA DESISTIR
Pero aceptar este reto no ha sido fácil. La pandemia y la incertidumbre que generó la iniciativa a la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica por poco ponía un freno a sus metas. Sin embargo, nunca perdieron el ánimo, y quizá esta fue la clave para que hoy la empresa esté consolidada.
Sabían que eventualmente el trabajo les traería resultados positivos y los altibajos eran parte de un proceso que tenían que atravesar. Y estaban dispuestos a ello. “En los peores días varias veces nos planteamos la posibilidad de cerrar y cuando empezamos a tener esa conversación decíamos ‘no, no puede ser’, y seguimos”, recuerda Jorge. Y es que rendirse representaba tirar por la borda cinco años de sus vidas y un proyecto que podía cambiar el futuro de Monterrey y todo México.
