Todo se impacta en la vida del personaje cuando abre los ojos por la mañana y su marido (con quien tiene más de 10 años casada) le dice que se va, que la deja por otra, otra más joven. Más joven como veinte años, veinte años que la dejan en la lona y esa lona se torna un espiral hacia el vacío infinito: el dolor desconocido que a esta madre de dos hijos le arranca toda su alma. ¿De quién es esta historia? ¿De mi madre? ¿De Elena? ¿De Shakira?
* El fenómeno ocasionado por Shakira y Bizarrap, debido a su colaboración, provocó una reacción impactante en las plataformas y sirvió como caldo de cultivo para las críticas en su contra. Esto trastocó socialmente las fibras sensibles del feminismo con su frase: “tiene nombre de persona buena, Clara-mente no es como suena”. Sacrilegio pues. Traspasó las fronteras de los buenos modales femeninos (¡cómo se atreve a exhibirse enojada en público!) y se develó un poco clasista y colocó un combo musical pegajoso, exitoso y mediocre en la lista global de los grandes temas. Alcanzó el estante de “Easy On Me”, de Adele, o de “Sorry”, de Beyoncé. Desgranaré brevemente las aristas.
* La premisa del triángulo amoroso no es novedad y menos aún como resorte emotivo para la construcción artística. El dolor, el desamor y el engaño son caldo de cultivo para grandes obras. Menciono en estas líneas el potente disco de “Lemonade”, surgido gracias al engaño de Jay-Z a Beyoncé; Taylor Swift no se quedó atrás con su canción “Style” (dedicada obviamente a Harry Styles) y, no puedo dejar fuera a la joven Olivia Rodrigo con su fabulosa pieza “Driver License”. En fin, ejemplos despechados hay muchos. No está de más mencionar que Elena Ferrante, una de mis escritoras favoritas (intocable e iluminada), tiene una novela corta titulada “Los días del abandono”. En la obra podemos sentir la fragilidad del personaje ante la humillación. Aunque el universo del amor femenino es complejo tiene territorios comunes para el alma, para el alma femenina y Shakira lo sabe.
* Bajo la mirada del feminismo, la canción resulta contradictoria. En reuniones fui testigo de cómo grupos de jóvenes (menores de 28) atacaban con ahínco a la colombiana, que con todas sus herramientas (talento, voz, belleza) le había dado “su merecido” en público a una joven de 25 primaveras (pareja hoy de Gerard Piqué) quien resultaba, finalmente una víctima tanto de su novio futbolista como de la incomprensible inmadurez de una cuarentona quien, al parecer, la estigmatiza de por vida. Sin duda, la juventud siempre es un alma de dos filos y en este caso, me resulta imposible alegar a la tan famosa “sororidad” porque sencillamente no encuentro equilibrio ni veo en Clara Chía acción sorora alguna. Observo en las acciones de Shakira y en las intenciones de su música una legitimidad emocional para transitar su dolor, un dolor orgánico con el que logra subirnos a su estribillo. Es la historia de tantas y la ira de muchas. Una ira que no se debe tramitar en público porque las mujeres hemos sido educadas para ser unas damas, para guardar silencio y para no mostrar nuestro enojo. Eso es lo peligroso del discurso social.
* Una mujer tiene todo el derecho de gestionar su ira a través de su talento y puede decidir no ser solidaria con otra mujer que, joven sí e ingenua quizá, se ha prestado en el combo del engaño. No podemos prohibirnos el enojo ante nuestras iguales, por decreto. ¿Qué nombre tendría eso? En términos de corrección política me parece más arriesgado (porque se devela de manera clasista, aunque lúdica) espejearse con un Ferrari y dejar mal parada a una chica señalándola como un Twingo, ni qué decir del Rolex con el Casio.
* Desde tiempos de Lupita D´alessio hasta la época donde “Despechá”, de Rosalía, es un éxito de ventas, el combo del engaño y el desamor se vende. ¿Por qué? Porque es nuestro espejo social y por ello lo compramos. La cereza del pastel en el fenómeno provocado por la autora de “Pies Descalzos” es que estamos en una época de corrección política y revisión feminista en la que todas nos estamos acomodando (muchas de nosotras, iniciando por la deconstrucción). Sin embargo, ese feminismo no puede ser ciego. La ira es un disruptor necesario y exhibirla, cuando eres artista, es un fenómeno casi lógico.
* Creo que ha sido el silencio en nombre de lo correcto permitido lo nos ha hecho un daño profundo. Sin embargo, estas líneas son apenas un intento inacabado de entender por qué crucificamos a unos, y a otros los dejamos impunes, aunque nos duela ese dolor y el silencio.
Por Dolores Tapia
Promotora y gestora cultural
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La Cantinta