Sí que existe! Freud fue quien la descubrió considerándola una neurosis-histeria. Son somatizaciones de la angustia, lo imaginario son los síntomas, pero la enfermedad está ahí: neurosis conversiva. Lo que consigue finalmente quien la padece es el control sobre quienes los rodean, convirtiendo el chantaje físico en emocional para manipular la esfera donde se desenvuelven. Inventa y vive el síntoma, lo hace real.
Fue en 1914 cuando Freud describió la patología, y en ese entonces no existían tantos estudios y aparatos médicos para descartar posibles enfermedades; lo destacable es que en el siglo XXI, con los instrumentos y avances médicos, se sigan presentando casos de hipocondría a pesar de que al paciente se le conocer diagnósticos con pruebas visibles y fiables de que la enfermedad que cree tener en la realidad no existe.
La hipocondriasis está clasificada en el grupo de los trastornos somatoformos y reconocida a nivel mundial. En el siglo XVII Moliere escribió la obra teatral El enfermo imaginario que trata la historia de un paciente hipocondriaco que evita ser atendido por un médico. El autor, que estaba enfermo de tuberculosis, tuvo un colapso pulmonar mientras interpretaba el papel principal de la obra, y murió horas después.
Por su parte, en el siglo XVIII Bernard de Mandeville, médico alemán, escribió el libro Tratado de la hipocondriasis y de las pasiones histéricas, un diálogo entre un médico y un paciente hipocondriaco, guiándose en una terapia de corte psicodinámico.
Con el paso del tiempo se definió que la hipocondriasis es un trastorno psicógeno. La Organización Mundial de la Salud en la décima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades considera que la característica esencial de la hipocondriasis es la preocupación por la creencia (errónea) de que se tiene o se está en peligro de desarrollar una enfermedad seria. En la mayoría de los pacientes la convicción de tener una enfermedad persiste a pesar de realizar una evaluación apropiada en la que se les asegure que gozan de buena salud. La idea está basada en una mala interpretación o en una falsa creencia de que ciertas sensaciones corporales como latido cardiaco, sudoración, ardor leve en la garganta, tos ocasional y cansancio, son síntomas de una enfermedad grave, por lo que desesperadamente buscan el significado y el origen de las mismas. Pueden estar involucrados varios órganos y aparatos al mismo tiempo, o solo uno en específico. La preocupación persiste a pesar de que el examen físico y neurológico no detecte hallazgos patológicos.