Se podría decir que Karen Hernández nació con una raqueta en las manos. También que supo desde siempre que estar en una cancha de tenis era lo que el destino le tenía predestinado. De padre y abuelo tenistas, ambos en circuitos profesionales, su trayecto comenzó desde pequeña.
Lo que no estaba en el destino era el talento exponencial que tenía. Y de la mano de su padre el desarrollo fue casi natural, no sin altibajos.
“Decidir que quería ser tenista fue algo complejo y al mismo tiempo muy satisfactorio por el hecho de que mi papá era mi entrenador cuando yo estaba chiquita. A veces era muy complicado el dividir papá y entrenador en la casa. Entonces si por x o y, en el entrenamiento no salían las cosas como yo quería o como él quería, pues era difícil lidiar con eso”, explica entrevista Karen.
Pese a ello, la ahora entrenadora menciona que sus primeros triunfos se dieron gracias a ese esfuerzo siempre constante en las chanchas.
“Ese sobreesfuerzo me ayudó a ser campeona, nacional e internacional, ganar Olimpiadas Nacionales y representar a México también en un junior, que es como un mundial de menores de 18 años. Gracias a todo el entrenamiento logré irme a una academia de tenis a los 14 años. Y creo que mi papá también se dio cuenta que ella no era tan sano el seguir entrenando juntos y tuvimos la oportunidad de que un amigo de mi papá nos pudo patrocinar la academia en Tampa, en Florida”.
A partir de entonces, su carrera se convirtió en una exigencia de alto rendimiento fuera de México.
De jugar a entrenar
La transición de Karen Hernández para pasar de jugadora de tenis a entrenadora se dio de forma natural. Luego de estar en circuitos internacionales se ha convertido en mentora de los interesados en ser parte del deporte blanco.
“Volverme entrenadora fue una decisión sencilla. Al principio me quería ir a la maestría Alemania en logística, pero decidí quedarme con la pasión. Dije, la verdad es que me apasiona mucho lo que hago ayudando a México, ayudando a los alumnos que quieren llegar lejos, que a lo mejor no tiene la oportunidad de irse al extranjero por ahora y si yo puedo dejar mi granito de arena por qué no hacerlo. Me hace muy feliz hoy en día lo que hago”.
Su experiencia ahora sirve para que otros aprendan de lo que ella ya vivió. “Entrenar me permite seguir transmitiendo todos mis conocimientos. Aportó mucho el hecho de haber estado en el extranjero, de competir a nivel profesional internacional y me gusta mucho ver sus progresos. Logro hacer una conexión no solo de entrenadora, sino de personas. Creo que al final somos humanos y no hay nada mejor que conectar con las personas”.
Y, además, Karen Hernández no está cerrada a entrenar a cualquier apasionado de la raqueta y la arcilla o el césped. “Cada alumno me refleja cosas que me recuerdan a mí en competencia. Soy una maestra que está abierta a dar clases hasta señores de 60 años o pequeños de tres años que lo que quieren es ser campeones hasta niños de competencia que ya desde ahorita están a nivel nacional”.
La importancia de la salud mental
El tenis mundial supo la importancia de atender el estrés y los temas psicológicos gracias a la campeona Naomi Osaka, quien decidió poner pausa a unas competencias para atender su salud. Lo que se sabía puertas adentro, vio la luz gracias a los reflectores de la deportista, pero es algo constante que también vivió Karen Hernández.
“Cuando estuve en Estados Unidos, lo único que sí sentía diferente era la parte mental, no mi rendimiento en las canchas. En México todavía creo que ya han trabajado más, pero existen muchos tabús sobre los asuntos psicológicos deportivos y la fortaleza mental. Siento que a mí sí me faltó mucho eso; yo veía superiores a los otros contrincantes por el simple hecho de tener otra nacionalidad, me hacía chiquita. Se volvió como un reto algo complejo y ahorita lo veo hacia atrás y siento mal el hecho de no haber buscado ayuda psicológica en ese aspecto”.
Señala que el proceso mental se convirtió en debilidad solo al momento de competir, porque “entrenando me sentía muy valiente, muy fuerte, y ya cuando llegaba la competencia, me decía que no iba a poder. Había juegos que por la misma desconfianza no logré dar ese salto, siento que yo misma me saboteaba”.