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noviembre 24, 2024

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¿ADIÓS A LOS CHAYOS Y EXTORSIONES PERIODÍSTICAS?

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En tiempos modernos, o por lo menos como los conocemos, poco se ha oído hablar de “chayos”, eso era lo que pensaba cuando recorría las calles de la ciudad de León tras la nota como una reportera novata,  hasta que conocí a los compañeros del resto del Estado. Incluso, en forma de burla entre los colegas, a cada obsequio que nos daban le colocábamos el prefijo “chayo”: las “chayomochilas”, “chayotazas” o “chayo-usb´s”, todo dependía de quien te regalaba algo en agradecimiento a tu cobertura informativa; en gran parte, los regalos llegaban en diciembre con el pretexto de desayunos, comidas o cenas para despedir el año. Pero ¿siempre ha sido así? que el reportero se conforme ahora con una tacita o en un desayuno de fin de año de alguna cámara empresarial es tan solo el vago recuerdo de lo que décadas o pocos años atrás se acostumbraba.
     En mi vaga creencia de que solo era cosa del pasado, con el tiempo me di cuenta que algunos practicantes del ejercicio de la extorsión aun existen, en su mayoría en la capital del Estado, algunos en municipios pequeños, y otros dispersos, inventándose otros métodos menos agresivos pero igual de eficaces.
    Una cosa es el “chayo” o “chayote” (acto de obsequiar algún presente o efectivo con el fin de llevar una excelente relación con el reportero que cubre la fuente o el jefe de información que verifica el tránsito de la noticia), y otra muy diferente la extorsión, la cual implica desde amenazar con publicar información no grata de un funcionario, hasta pedir cierta cantidad de dinero o un favor en especial. Hace unos años hubo un caso público en el que el trabajo diario de un periódico giraba negativamente en torno a un funcionario estatal, en palabras de esta figura pública, el rotativo encomendaba a sus reporteros a diario que incluyeran notas informativas en contra de él, incluso de índole personal, sin importar las consecuencias. El funcionario cambió de actividades y aun recuerda las amenazas lanzadas en su contra por no ceder a los “caprichos” y necesidades del empresario, pues como dijo: le perseguirá hasta la tumba. Éste se puede tomar como caso de extorsión.
    Ejemplos del “chayo” pueden ser muchos, desde “mi hijo está enfermo y no tengo para el doctor”, “ando a pie y necesito un coche”, hasta algunos sobres amarillos con efectivo disfrazados de nómina. Pero ¿ya llegaron a su final estos días? ¿ya contamos con una prensa libre pensadora e incorruptible? Textos leemos, vicios y carteras no conocemos…
    Desde el mas inofensivo corresponsal con perfil antisocial y trastornos de personalidad, hasta el más gallardo y dicharachero jefe de información podrían tener sus propios tejes y manejes, algunos conocidos, otros guardados en casa. Gracias al universo, aún existen los reporteros, periodistas (que no son lo mismo) y jefes de información entregados a su trabajo, apasionados por contar historias reales, que están tras los funcionarios para encontrar trapos sucios o prefieren la nota social para ayudar a quienes menos tienen.     También sé de algunos otros que siguen en el campo de acción para ver quien los lleva a una instancia gubernamental a extorsionar, o que lo hacen simplemente por no conseguir otro empleo (y aplican el clásico y bien conocido: nado de muertito). Prefiero quedarme con la idea de que tenemos un 70/3 a favor los reporteros entregados a su trabajo.
     ¿Ya terminaron los “chayos” y extorsiones? sé que aun existen, pero reinventados, con otros nombres y distintos modus operandi. Los periodistas no estamos para que nos premien, ni los funcionarios se quedan con las manos cruzadas en temas de denuncias. Son otros tiempos y otras personas, lamentablemente algunas mañas sobreviven. Lo mejor sería, que trabajáramos duro en lo que más nos gusta, para que quien no lo aproveche, deje el lugar a quien realmente ama lo que hace. Y recuerden, no todos los reporteros somos iguales… ¡hay unos peores!

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