Los automóviles en los que nos transportamos hoy día, son absolutamente diferentes, evolucionados, al famoso modelo T que se lanzó allá por el lejano año de 1908 y que podía alcanzar la impresionante velocidad de 71 km/h. Ya le escucho a usted diciendo “nada qué ver” y es cierto, nada qué ver en términos de velocidad, pero también de seguridad, diseño, confiabilidad, entre otras cosas.
Aún hay autos de ése modelo sumamente bien conservados, en excelente condiciones físicas y mecánicas, de hecho, mejor conservados que autos de modelos más recientes. Así radica la diferencia entre viejo y antiguo, en el grado de conservación que se tenga.
Haciendo una analogía entre los vehículos y las personas, podemos ver que nosotros también necesitamos cuidados, así como mantenimiento (de preferencia preventivo) ya que es natural el desgaste en el día a día y luego resulta que por el nivel de cargas que tenemos, la velocidad de la vida, no nos damos la oportunidad de cuidarnos. Pongo el ejemplo del dentista: según un estudio, el 92 % de los mexicanos acudimos al servicio odontológico, no cuando nos duele, porque nos auto recetamos con un medicamento que alivie el dolor, de hecho mucha gente aún usa el clavo de olor en éstas circunstancias, acudimos hasta que la situación ya es casi de pérdida de la pieza. Le puedo asegurar que usted conoce a alguien que ha estado en ésa circunstancia, hoy le llaman “el primo de un amigo”. También conoce jóvenes que van cumpliendo 25 o 30 años y ya se sienten viejos, a los que los mayores decimos: “nombre, si tú dices eso, cómo andaré yo”.
Por supuesto que la edad es un elemento que no se puede minimizar, ya que entre más años tenemos, menos vamos pudiendo lo que antes podíamos, sin embargo, el deterioro físico y mental tiene que ver, en general, en la forma en la que nos tratamos y nos sentimos. Una idea muy usual es que la salud es el mayor tesoro, pero déjeme decirle que yo no estoy de acuerdo con eso. Conozco personas jóvenes, de mediana edad y mayores sanos, pero con una actitud muy negativa, a veces hasta nefasta y se la pasan renegando. También conozco personas enfermas, desde leve a hasta graves, con una actitud impresionante, un amor a la vida de llamar loa atención, así como un agradecimiento de lo mucho o poco bueno que pueda haber.
En el disco “A Night at the opera” de Queen, viene una canción que se llama “I’m in love with my car” (enamorado de mi carro), ojalá muchos nos tratáramos con el mismo cuidado y gusto que Roger Taylor cuida a su auto. Le garantizo que si usted se cuida física, intelectual, emocional y espiritualmente, su percepción va a cambiar, ojo, no le digo que los problemas desaparecen, le aseguro que verá las cosas de otra manera y su calidad de vida mejorará. Cuestión de actitud.