Por Marcela Castillo Estrada
Lic. En Psicología, Autora del libro ¡Auxilio! Somos papás
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La inteligencia emocional como se ha podido ver en todos los estudios de seguimiento longitudinal, es el factor que determina el éxito, la calidad de vida, la felicidad de un individuo y su estabilidad. El Nivel Intelectual o CI que hace casi un siglo se sobrevaloró tanto, hoy se sabe que contribuye solo en un 20% para determinar el éxito; mientras que el 80% tiene que ver con las oportunidades, el medio socioeconómico y la inteligencia emocional.
Aniquilaron la idea de que un alto coeficiente intelectual era factor de felicidad. Hoy, una buena parte de la población general se maneja con un Coeficiente Intelectual superior a la media, sin embargo las emociones parecen estar más fuera de control que antes. Lo comprueban sociedades que se ven marcadas por el poco dominio sobre sí mismos muchos de sus integrantes, el pobre sentimiento de empatía, el aumento desmedido de divorcios, la falta de respeto a la autoridad, la pandemia de la depresión y los altos índices de suicidios a edades cada vez más tempranas.
El arrebato y el arrepentimiento constantes impregnan la vida de todos en mayor o menor medida, mientras que el mundo moderno reclama desesperadamente individuos con dominio de sí mismos, compasión, altruismo y empatía. Hoy en día, sabemos de sobra que algunas personas con una inteligencia brillante han manejado tan mal su vida personal y han tomado tan malas decisiones que están trabajando para otras con un coeficiente intelectual inferior al de ellos. Estos líderes, probablemente mostraron a lo largo de su vida tolerancia, capacidad de adaptación, y capacidad para frenar el impulso, tenacidad, persistencia, autodominio, automotivación, y un excelente manejo de las relaciones sociales. Son personas capaces de influir positivamente en los demás y sacar la mejor parte de cada uno. Los jefes del momento tienen, como dice Aristóteles: “La rara habilidad de ponerse furiosos con la persona correcta, en la intensidad correcta, en el momento correcto, por el motivo correcto y de
la forma correcta.”
Los padres, entonces, si están tan empeñados en el éxito y la felicidad de sus hijos deberían preocuparse menos por qué tan inteligentes son o que tanta preparación académica reciben y empezar a preocuparse por reconocer sus aptitudes y dones naturales, además de cultivar las habilidades de la inteligencia emocional, que son finalmente las que nos hacen más humanos y plenos.