Todos los seres humanos somos emprendedores por naturaleza. Está en cada uno de nosotros lograr lo que queremos antes de pensar que alguien más lo hará por nosotros. Cuando la pasión va de la mano de la convicción todo es posible.
Bien dice Biz Stone, cofundador de Twitter: “El tiempo, la perseverancia y diez años de intentos eventualmente te harán ver como un éxito de la noche a la mañana”.
El mundo requiere de emprendedores que ayuden a solventar los problemas diarios de la humanidad, a simplificar las cosas, generar equilibrio, armonía, incluso la propia paz que tanto se adolece, pero ¿qué tanto estás haciendo tú por ello?. Sucede que eres un individuo responsable pero como colectividad resultas lo contrario ¿por qué? ¿dónde te ubicas?
¿Qué tan responsables somos? No se habla de tener un distintivo de ESR en la entrada de tu empresa o publicado en tus redes, la responsabilidad es un concepto que camina de la mano de la honestidad. La corrupción es un mal que nos sigue golpeando. México necesita de emprendedores que se distingan por buenas prácticas, reputación y franqueza a la hora de levantar una startup, antes que tener una lista de miles de empresas con un mero distintivo.
No sirve tener millonarios por todo el país si es acosta de practicas ilegales, derivadas de un sistema corrupto provocado por empresarios y politicos que no han entendido lo que es la responsabilidad social. De hecho, nuestro país ocupa el lugar 123 de 176 países en el indice de corrupción, un dato desgarrador. De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, la OEA y el CEESP, el costo de la corrupción fluctúa entre el 9 y el 10% del PIB, esto es, de cada 100 pesos de riqueza que genera la economía, diez se destinan a la corrupción, según un articulo publicado en El Financiero.
Los emprendimientos que tengan en su ADN, servir, construir y conservar, prevalecerán en el tiempo, los otros estarán destinados a morir progresivamente. Tenemos que hacernos verdes, preocuparnos por nuestro ambiente y el entorno social. Ser indiferentes es claudicar. Generacionalmente las personas nos hemos vuelto más comprometidas con el entorno, pero a su vez otras más destructivas, así que se tiene que cargar la balanza a favor de nuestro medio ambiente.
