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abril 24, 2024

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Elizabeth Torres, apuesta por el desarrollo integral de los niños y niñas

Elizabeth Torres, es socia de Capire, una comunidad de aprendizaje para niños y niñas de uno a cuatro años.

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Durante la primera infancia los pequeños comienzan a descubrir el mundo, despierta su creatividad e inician a imaginar y desarrollar sus habilidades. Eso lo sabe Elizabeth Torres, socia de Capire, una comunidad de aprendizaje para niños y niñas de uno a cuatro años.

El proyecto, que inició hace casi ocho años, tiene la intención de generar un espacio confortable y estimulante en la ciudad. Inspirado en la filosofía educativa Reggio Emilia, ofrece algo más que cuidados, pone amor en cada uno de sus integrantes para que los niños se sientan como en una segunda casa.

“Iniciamos con el proyecto hace siete u ocho años. Mis papás han estado toda la vida en la parte de software y mi hermana, Ethel Torres, la directora pedagógica, siempre supo que quería trabajar con niños pequeños desde la filosofía Reggio Emilia. Yo me sumé porque justo cuando estábamos ya por abrir, ya al terminar la construcción, me embaracé. Entonces nos dimos cuenta que había pocas propuestas para niños de la primera infancia que no fueran sólo guardería, sino que tuvieran un proyecto educativo para esas edades. Y también dentro de la ciudad había pocas opciones de centros educativos creados desde cero para niños”, señala Elizabeth.

Explica que para ella el proceso de aportar un espacio como este a la metrópoli ha sido muy enriquecedor en lo personal y en lo familiar.

“Cuando abrimos, mi hijo tenía un año y tuve la fortuna de tenerlo en el ‘nido’. Es el primer emprendimiento que no me perturba. Puedo dedicar mis tardes y fines de semana a mi familia. Es un trabajo que se disfruta, el estar rodeada de niños es encantador”.

Para Elizabeth Torres el administrar Capire se convirtió en reto debido a la pandemia. Los temores naturales de los padres de familia se sumaron a las políticas de salud que sugerían quedarse en casa para evitar contagios.

Ahora, el desafío es retomar la confianza de los papás. “La respuesta de la ciudad ha sido buena, les gusta nuestra filosofía educativa, las instalaciones y que somos un proyecto humano y personalizado. Me gusta ser un apoyo para las familias, que Capire sea una extensión de su casa”.

También explica que cada “nido” atiende las necesidades particulares de los infantes. Con un trato personalizado, buscan el desarrollo personal antes que el negocio.

“Cada grupo tiene diversas necesidades. No es igual un niño de un año a uno de año y medio o dos. Regularmente en los grupos de los más pequeñitos hay una maestra por cada cinco niños; ya de dos años en adelante hay dos titulares por grupo. Y si es necesario incluir auxiliares, las sumamos para que puedan ayudar”.

Además, apunta que en Capire tienen claro que México está ante un entorno complicado en lo económico. “Entendemos que la economía no es la mejor para todos y platicamos con los papás si hubiera retrasos en los pagos o cosas por el estilo. Somos muy cercanos porque sólo atendemos máximo 80 niños y niñas”.

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