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abril 24, 2024

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DON VALENTÍN RIVER Y ÁLVAREZ

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“Toda vida bien empleada es una larga vida”. Según esta frase el concepto de longevidad es vivir muchos siglos en una existencia. Porque Don Valentín, además de empresario, banquero, inversionista y hacendado, fue el jerarca de una dinastía que desde la bruma del siglo XIX a nuestros días, contribuye al trabajo fecundo, bienestar y generación de riqueza en nuestra metropolitana ciudad de Monterrey.
        Nació en la ciudad de Gijón, provincia de Asturias, reino de España, el 14 de febrero de 1817. Sus padres José García Rivero y María Antonia Álvarez fundaron la fábrica de cristales de aquel lugar, y le heredaron el espíritu de empresario que lo guiaría toda su vida.
        Estudió en Burdeos, Francia y en 1837, a los 20 años, se embarcó a México en busca de su hermano Víctor, que como cientos de españoles en esa época, atravesaban el océano Atlántico en busca de fortuna, huyendo de una Europa desgarrada por guerras y rebeliones sociales, para llegar al promisorio nuevo mundo. Después del largo viaje encontró a su hermano en la provincia de Monterrey, ciudad que vio con ojos esperanzados. Se afincó en ella y entró como dependiente de la casa comercial de Francisco de la Penilla.
         En un viaje comercial al puerto de Tampico, contrajo matrimonio con la hermosa Señorita María Octavia Gaja, hija de un próspero comerciante portuario. De regreso a Monterrey y en su nueva condición de jefe de familia, tomó la decisión de establecerse por su propia cuenta, abriendo una gran casa comercial que ofrecía artículos nacionales y extranjeros.
        Después de la intervención yanqui y la pérdida de la mitad del territorio mexicano, Monterrey resultó beneficiado, pues la fijación de la frontera en el río Bravo fomentó sobremanera el comercio. En este contexto Don Valentín y ocho visionarios más, fundaron la Fábrica de Hilados y Tejidos La Fama en Santa Catarina el 26 de enero de 1856, a la cual, con un capital inicial de 75 pesos, se le considera el punto de partida de la industrialización regiomontana. Siguieron años álgidos, preñados de grandes peligros, crisis económicas, guerras civiles e intervenciones extranjeras, pero Rivero y Álvarez jamás perdió la fe y siguió trabajando, invirtiendo y creando riqueza.
         En 1870, luego de invertir en un aserradero en la Hacienda de Cercado, que solo produjo fuertes pérdidas, Valentín y sus socios Jesús González Treviño, Guillermo y Emilio Zambrano, tomaron la audaz decisión de convertir el lugar en una fábrica de imperiales, la primera del país. La inversión inicial de la Fábrica de Hilados y Tejidos El Porvenir fue de 60 mil pesos, lo que nos indica su profunda fe en el destino. Se desplegó una enérgica administración que en pocos años dio abundantes ganancias. Se dispuso la construcción de viviendas para los obreros y obreras, que les fueron rentadas a bajo costo, sin duda un rasgo de la visión social del gran empresario. A esta operación siguieron inversiones en minería, haciendas ganaderas y acciones del Banco de Nuevo León. Valentín Rivero y Álvarez murió a los 80 años en su amada ciudad, que generosa le abrió sus fecundos brazos.

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