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abril 24, 2024

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Cruzar la línea: triunfo personal

Crónica de mi vivencia en el MIL18

Por

Por: Ing. Javier Hernández Gallegos

“There is magic in misery. Just ask any runner”
Dean Karnazes, Ultramaratonista

 

Mi primer maratón no salió como yo esperaba. Imprevistos que te descomponen hasta el plan de abastecimiento. Créanme que en el kilómetro 39 hasta los zapatos quería mandar al demonio.

Hoy, 4 de marzo de 2018, era el día de ejecutar lo aprendido después de 38 semanas y 1,175 kilómetros de entrenamiento.

“Registra tus emociones”, fue una de las varias y muy útiles recomendaciones de mi primo Gustavo, veterano de 54 maratones. Tal vez fue la más valiosa.

Con el disparo puntual y mi número 3876 al frente, inicié ese recorrido que la confianza de mi entrenamiento me hacía dar por descontado. Mi reto era el tiempo. Garmin pronosticaba 3:35:00 y myASICS pronosticaba 3:43:00. No me disgustaba la idea de hacer 3:50:00.

Gómez y Lerdo son la parte festiva. ¡Cuánta energía, cuánta calidez! ¿Quién sale a la calle a las 7:00 am a vitorear a 5,600 corredores? La señora con una Rana René gigante en jersey del Santos Laguna dando high-five a los corredores. Me acerco y yo también, con mucha emoción la choco con la Rana René. El viejito como de 80 años saludando corredores que pasan veloces como moscas enfrente de él. Su sonrisa refleja más que alegría, como si reviviera aquella juventud que alguna vez gozó. Escucho campanas ¿de iglesia? Era un señor golpeando un tanque de gas con un tubo de Todo objeto que pueda golpearse y hacer ruido es útil, como los cucharones de cocina de la señora en silla de ruedas por la calle Victoria.

A esa altura imagino que los corredores somos como aquellos guerreros medievales, cruzados marchando a la guerra, gozosos, prestos y dispuestos en medio del júbilo del pueblo que los alienta.

Cruzas el Puente Plateado (16.5k) y sientes que ya eres parte de la historia. Constitución, Madrid y llegas fuerte aún al kilometro 21; el medio maratón. Sin embargo, empiezas a observar estragos de la batalla en la Colón.

Primero ves a los que se detienen a caminar pasando la Plaza Mayor, en el 27. Luego a los que se paran a estirarse y sentarse en la Juárez en el 29.

Torreón Jardín, el 32, es el Valle de los Caídos. Me imaginé aquellas escenas de Game of Thrones donde pasan pisando y esquivando muertos y heridos. Acá, los corredores acostados en dolor recibiendo asistencia médica. Y yo con contractura en la espalda que se agravaba con cada pisada desde el kilómetro 27. Había empezado a alternar entre caminar y trotar desde el 28.

La contractura se extendió a los hombros. El cuerpo se protege. Traté de relajar los hombros con una técnica de respiración profunda. Pero… ¡sorpresa!, para expandir la caja torácica hay que pedirle permiso a los músculos de la espalda, que están contracturados. Menudo problema.

No tengo calambres, no estoy deshidratado, pero avanzo lento y con dolor. No era mi idea de un maratón. Adiós mis 3:50 horas. Adiós incluso las 4:00 horas.

Empiezas a dudar. “¿Qué demonios hago aquí, ¿y si me paro?, ¿y si camino?, ¿y si luego de caminar ya no puedo arrancar? Yo no pertenezco aquí, mi distancia es medio maratón”.

Para el kilómetro 33 ya de plano vas pensando que todo eso que te sucede es el peso de la losa de tus pecados. ¡Y los recuerdas toditos!

La gente entusiasta te motiva, te aplaude, pero créanme: ya no te conmueve. “Ya mero llegas” (Ajá). “Échale ganas” (O sea… ¿no le estoy echando?)

En el 35k te pones místico. El cuerpo te estorba. Quieres parar. Total “ya di mi mejor esfuerzo, ¿qué caso tiene seguir sufriendo”?

De pronto te acuerdas qué te tiene ahí. Para qué estás ahí.

Termina con el corazón lo que empezaste con las piernas. Termínalo tú . No un equipo de trabajo. No tus colaboradores. No tu asistente. Estás solo. Tú, solo, termina.

“El deporte no forja el carácter. Lo pone de manifiesto”, me diría Gustavo a la postre.

Tu cuerpo te ha traicionado, tu mente te está engañando, tu espíritu duda. ¿Qué te queda? La fe. “Señor, ayúdame a no abandonar, ayúdame, que estoy solo. Ya se fue al caño mi tiempo pero yo no me he ido al caño. Ya me dio la chiripiorca, pero mis piernas se mueven”.

Así, empiezo a replantear las cosas y recuerdo: El día anterior en la entrega de números, escribí en la casilla 3876: “Por mi padre, que me enseñó a no rendirme”. Lo había escrito pensando en mi entrenamiento, en las lesiones, en las frases asesinas, los viajes, la alimentación, las mañanas oscuras y heladas. Todas las circunstancias que había vencido por meses para estar hoy aquí. Pero caigo en la cuenta: “Caray, esta es la verdadera prueba, es aquí donde no debo rendirme, gracias papá”. Ahora todo hace sentido.

Y así llega el kilómetro 37. El 37 es un punto especial para mí. Yo sabía que si llegaba al 37 no iba a abandonar.

No me gusta correr con audífonos pero saco mi playlist. Tres piezas que me enviaron mis hijos, me levantan el ánimo: Lonely Boy, Centuries, Addicted to That Rush. Dos piezas especiales de progresivo siguen: The Cinema Show y Roses. Luego una inyección de energía con Iron Maiden y Rush. Antes del 40, trotando ya con más ritmo, Nessun Dorma de Turandot.

Tramontate, stelle!
Tramontate, stelle!
All’alba vincerò!
vincerò, vincerò!

Emocionado, justo en ese momento veo a dos grandes amigos. No me voy a parar ya. Corre, que es lo que veniste a hacer.

La última canción del playlist estaba puesta ahí a propósito, para terminar. Comfortably Numb.

 

“Come on now
I hear you’re feeling down
Well I can ease your pain
Get you on your feet again”

“There is no pain you are
receding”

“Can you stand up?”

“Come on it’s time to go”

Y así llegué, contento, corriendo. Alcé los brazos. Agradecí al cielo por ese momento que te cambia la vida y por las personas que me ayudaron no solo a cruzar la línea hoy, sino a levantarme y convencerme de que queda mucho por vivir.

42.195 km en 4:38:59 oficial. No cumplí mi meta de tiempo pero logré mucho más. Ya llegará la reflexión. Es momento de celebrar y seguir registrando emociones.}

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