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abril 19, 2024

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Rodolfo Arroyo Llano

Médico de cuerpos, cirujano de la historia

Por

Cuando vio la primera luz el pequeño y rubicundo bebé, la Pax Porfiriana se deslizaba cuesta abajo, todo era orden y progreso. La Metropolitana Monterrey se ufana con orgullo de su prosperidad bien ganada, creció en un hogar de clase media donde la buena educación, la relativa comodidad y las alegrías brotaban. Ahí a la hora de los alimentos se charlaba sobre la Intervención francesa, el malogrado y trágico reinado del Emperador Maximiliano, del coraje y valor patriótico del presidente Juárez y sus intrépidos generales, de la llegada del ferrocarril a la ciudad hacía tan solo 20 años y su rapidísima industrialización, de sus antepasados judíos pero lo que más llamaba la atención del pequeño fue la descripción del gran médico filántropo y amante de la historia de su tierra natal el doctor José Eleuterio Gonzáles “Gonzalitos”. El llorado santo había dejado una estela legendaria tanto en su humanitaria labor médica como por su extraordinaria faceta de investigador. En ese momento el pequeño decidió consagrarse a aliviar el dolor de sus semejantes y recorrer los áridos pero fascinantes senderos de la historia de su terruño.

Un 23 de enero de 1908 nació y fue bautizado como Rodolfo Arroyo Llano. Su niñez transcurrió en el viejo Barrio de Catedral, sus austeras casonas, sus empedradas calles, el cercano río de Santa Catarina, la añosa Plaza de Zaragoza fueron mudos testigos de sus juegos y andanzas. Jamás olvidaría esos felices días, años después lo plasmaría en uno de sus mejores trabajos históricos.
Hacia fines de los años 20, marcha a la Ciudad de México a realizar sus estudios de medicina, graduándose con honores en 1932. Sus altas calificaciones le valieron una oferta de trabajo en el Hospital Municipal de Cadereyta de Montes, su excepcional desempeño le valió el ascenso a director del Hospital Civil de Querétaro, 10 años ejerció en ese bello estado. En 1942 la nostalgia por su tierra le hace volver, se le nombra profesor de Obstetricia en la Facultad de Medicina de la Universidad de Nuevo León, un poco después se le asigna la Cátedra de Ginecología.

En esos años fue testigo de las grandes transformaciones de la ciudad y decidió dejar constancia. Asistió a la fundación de la Sociedad Neolonesa de Historia, Geografía y Estadística aquel año de 1942, deseoso de adquirir más conocimientos médicos va a Estados Unidos a la Universidad de Tulane a hacer un postgrado en Ginecología. Jamás dejó de estudiar para el mejor ejercicio de su apostolado médico. Al regreso a Monterrey dio comienzo a su faceta de historiador siendo su primer ensayo Zaragoza, defensor de la libertad. Prolífico libro sobre el vencedor del 5 de mayo, lo publicó en 1962.

Siguiendo su incansable labor médica fue honrado con el puesto de presidente de la Sociedad de Ginecología y Obstetricia de Monterrey. Asistió a multitud de congresos en el extranjero, a principios de los años 70 como ciudadano comprometido con su ciudad encabezó las protestas contra el proyecto del ayuntamiento de destruir tanto el hermoso arbolado como la Plaza de Zaragoza con el fin de construir estacionamientos subterráneos, logró impedir el atentado contra su amada plaza y logró se remodelara el Kiosco y los andadores, luminaria y demás mobiliario quedando más hermosa que antes. Siguiendo con sus trabajos históricos publica en 1977 Manuel Z. Gómez el ilustre político liberal neolones del siglo XIX, diputado, gobernador, alcalde, senador que colaboró con el presidente Juárez en los aciagos días de la Intervención francesa. Obra imprescindible para comprender a nuestro Estado en esa época, asimismo fueron numerosas sus colaboraciones en periódicos locales y nacionales, y revistas. En las postrimerías de su vida dio cima a su obra autobiográfica Recuerdos del Barrio de Catedral participo en numerosas iniciativas filantrópicas en bien de sus semejantes más desvalidos, en 1981 la Sociedad Nuevoleonesa de Historia y Geografía le concedió la medalla “Alonso de León” en virtud de su contribución al quehacer histórico del Estado.

El legado del doctor Rodolfo Arroyo Llano perdura, su nombre y ejemplo pueden ser invocados a propósito de una vida ejemplar.

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