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abril 19, 2024

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Porfirio Barba Jacob

Por: Juan José Silva

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Por: Juan José Silva

Pocos hombres han marcado tan profundamente en el tiempo la huella de su paso por la vida cultural, periodística y empresarial de nuestra ciudad de Monterrey como Porfirio Barba Jacob, Ricardo Arenales o Miguel Ángel Osorio, nombre real del poeta, periodista y empresario.

Nació nuestro personaje en la pequeña ciudad de Santa Rosa de Osos, provincia de Antioquía en Colombia, un 29 de julio de 1883.

Desde su niñez mostró inclinación y una sed insaciable por las letras, la poesía y la filosofía. A los 21 años consigue un puesto de profesor de escuela primaria, lo desempeña durante dos años. Hacia 1907 sufre una crisis existencial que lo acompañaría el resto de su vida y se traslada al puerto de Barranquilla donde se embarca en compañía de dos músicos a Venezuela. Ese 22 de octubre decide romper con su pasada vida y adopta el pseudónimo de Ricardo Arenales. Estuvo en Costa Rica, en la isla de Jamaica y Cuba.

Escuchando que México, con Porfirio Díaz, ofrecía un futuro promisorio, llega a Mérida y después a Veracruz. Luego de haber pasado hambre y privaciones, se dirige a nuestra ciudad atraído por la pujanza industrial. Llegando, el joven Arenales de 25 años logra ingresar en la redacción del diario El Espectador recién fundado por el empresario don Fernando Ancira, futuro constructor del hermoso Hotel Ancira. Ahí tuvo una duradera amistad con los periodistas y futuros empresarios Virgilio Garza, Celedonio Junco de la Vega, Joel Rocha y otros intelectuales.

En 1909 desde las páginas de El Espectador escribe una serie de crónicas impactantes sobre la terrible inundación de nuestra ciudad que en agosto de ese año dejó más de 5 mil víctimas. Asimismo publica en esas páginas dos textos en verso llamados El elogio de la ciudad y La estrella de la tarde. Colaboró en la revista Zigzag de abundante material gráfico, escribió algunos textos incendiarios donde criticaba la dictadura porfirista. Eso le costó su libertad y fue preso en la antigua penitenciaría de Monterrey de julio de 1910 a enero de 1911. Obtenida la anhelada libertad vuelve a su vida nómada, reside en Ciudad de México, La Habana, Nueva York; regresa a su entrañable ciudad de las montañas a principios de 1919 y funda el diario El Porvenir, verdadero decano de los diarios de Monterrey, cuyo primer número apareció el 31 de enero de 1919.

En abril de ese año traspasa su amado diario a su impresor, Jesús Cantú Leal.

En alguna ocasión escribió que Monterrey le enseñó la religión del trabajo y le inspiró los mejores poemas de su juventud. Establecido en la Ciudad de México escribe un bellísimo poemario titulado La ciudad de las épicas montañas. Regresa de paso a la ciudad en 1920 para vivir en San Antonio.

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