Con 23 años y en plenos estudios de la carrera de ingeniería industrial, Rodrigo Azanza se da tiempo para dedicarle su atención a un proyecto de arte urbano, WAH Project y al deporte extremo.
Este último lo acompaña desde que tiene 3 años y a lo largo de su vida le ha dejado el gusto por los espacios abiertos, los terrenos difíciles de andar y, claro, la adrenalina del peligro.
Fue también la pasión de su papá toda la vida, así que desdeque tiene memoria ha estado manejando motos, aunque se ha mantenido siempre en el enduro, que consiste en andar por el cerro, senderos muy pequeños con mucha piedra, y en subir y bajar la montaña, tanto en moto como bicicleta.
“Lo más difícil es aprender a quitarte el miedo, confiar en el motor, andar y proporcionar el espacio, porque aquí es muy difícil encontrar un lugar para practicar”
Retos
Los lugares que poco a poco ha logrado conquistar en los alrededores de Guadalajara, como Las ocho horas, una pista que antes recorría en 8 horas de lo difícil que era, pero que con la tecnología de las motos actuales logra completar en una hora en cada vuelta y así dar 2 o 3 vueltas, y así practicar y checar su resistencia. Además, lo combina con crossfit para que el cuerpo le responda con toda su capacidad.
Logros
Ir de montaña en montaña, cruzar valles, pueblos y compartir el deporte con su familia y amigos. Desde chico viajaba ya con su papás y otros amigos de él, y desde entonces ha conocido lugares y personas que han hecho que su experiencia de ser deportista de enduro sea así de completa.
Motivación
El año pasado comenzó a competir de manera formal. A principios de 2017 terminó en lugar número 13, la siguiente carrera en lugar 7, y luego en quinto lugar. Rodrigo considera que el deporte ha crecido muy lentamente en Guadalajara porque solo las familias apasionadas han estado ahí constantes, entonces las competencias de ahora son hechas por las mismas personas que han estado desde hace 20 o 30 años, pero ve que se ha ido reuniendo más gente gracias a las nuevas generaciones.
