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marzo 28, 2024

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Severo Díaz Galindo

Por

1876-1956
Laura Hernández Muñoz
Guadalajara, Personajes de todos los tiempos
laherfil@hotmail.com

De seguro fueron sus caminatas nocturnas por la laguna seca de Sayula, pueblo en que nació, las que lo hicieron mirar al cielo, y así conocer las maravillas que hay ahí. El silencio de la noche y los millones de estrellas sobre su cabeza iluminaron la mente infantil, enamorándose del universo. Sus padres Severo Díaz Larios, y Dionisia Galindo, se dedicaban a la fabricación de rebozos; ellos descendían de los fundadores de Sayula. Severo fue el primer hijo de nueve, nació el 8 de noviembre de 1876. Los estudios primarios los realizó en la escuela municipal; el profesor Sabino Jiménez Corona, al ver los dibujos y observaciones sobre las constelaciones que hacía, lo animó a continuar diciéndole que lo suyo sería conocer los misterios del cielo.

Cuando tenía once años la fama de niño “genio” había trascendido por Jalisco; al enterarse el gobernador, el general Ramón Corona, le ofreció que se trasladara a Guadalajara para estudiar una carrera científica, a lo que sus padres se opusieron al considerar que estar lejos de la familia no era bueno para el muchacho. Severo acató la decisión de sus padres y permaneció en Sayula, continuando sus estudios y observaciones del cielo, así como de los volcanes de fuego y el de nieve, en los límites de los estados de Jalisco y Colima, además de las señales de los cambios de clima.

A los dieciséis años de edad sus padres le permitieron ingresar al seminario Auxiliar de Zapotlán (Ciudad Guzmán); como ya sabía algo de latín ingresó al segundo grado; al año de estar ahí lo hicieron encargado del observatorio del Seminario que tenía aparatos traídos de París. Para Severo, el tener acceso a un telescopio moderno lo motivó para adentrarse más en los estudios de los planetas y estrellas. Además estaba comunicado por telégrafo al observatorio de México y de otros en el país, con los cuales podía intercambiar información.

Fue ordenado sacerdote el 9 de septiembre de 1900, tenía veintitrés años de edad. Él desempeñaba la cátedra de maestro de teología, cuando fue disuelta y él, y varios maestros, fueron trasladados al seminario de Guadalajara donde existía el Observatorio del Seminario Conciliar Tridentino del Señor San José, y el director lo nombró encargado de este.

En 1906, en el XX Congreso Internacional de Geología en la ciudad de México presentó: «Efemérides del volcán de Colima», trabajo aplaudido especialmente por la delegación cubana. Otras de sus publicaciones son: «El centro del universo», «Cosmografía de la luna», y un «Tratado de álgebra y complementos de aritmética »; estos libros los escribió para la enseñanza en secundarias y seminarios. Todo iba bien hasta que estalló la revolución en 1913 y las tropas carrancistas, encabezadas por Venustiano Carranza, cerraron el seminario.

No había pasado mucho tiempo cuando recibió el ofrecimiento para dirigir el observatorio de la Escuela Libre de Ingenieros, institución que dirigió hasta1921, año en que el gobierno de Jalisco lo invitó a dirigir el Observatorio Meteorológico estatal que en 1925 cambió su nombre por el de Instituto de Astronomía y Meteorología de la Universidad de Guadalajara, (edificio que aún existe a un costado de los Arcos, por avenida Vallarta y Emilio Castelar). Fue Matemático, astrónomo, meteorólogo, geógrafo, y apasionado defensor del Lago de Chapala porque sabía que el clima de Guadalajara depende de este. Por diez años fue Director del Observatorio Vulcanológico y Astronómico de Zapotlán (Ciudad Guzmán). En 1902 descubrió los fulgores del planeta Júpiter, comparables a los de Venus. El gobierno lo comisionó para estudiar las grietas que se hicieron en el camino a Tesistán en 1917. Presidió la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística desde 1923 hasta el día de su muerte.

El 14 de septiembre de 1956, murió a causa de una trombosis. En 1993, el Congreso del Estado de Jalisco, nombró al Pbro. Severo Díaz Galindo como Hombre Ilustre de Jalisco y aprobó que sus restos mortales fueran trasladados a la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres en Guadalajara.

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