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abril 23, 2024

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Emma Castellanos, una guerrera ejemplar

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El cáncer le dio a Emma Castellanos (Guadalajara, 1967) una de sus mayores pruebas de vida, pero también una razón para poner su experiencia al servicio de los demás. Con apenas 40 años supo lo que era enfrentarse a una de las enfermedades más frecuentes entre las mujeres mexicanas y lo importante que era contar con el mejor apoyo médico y familiar durante el proceso.

Así fue que se encomendó a Dios, ofreciéndole sus manos y experiencia, y que más tarde se sumó a Cruz Rosa, una asociación regiomontana que desde hace varios años tiene su propio capítulo en Guadalajara, y donde mes a mes ayuda a decenas de mujeres de todas las edades a luchar contra diferentes tipos de cáncer. Emma es una mujer que ama la vida, que disfruta enormemente de su familia, que cree en los proyectos que Dios tiene preparados para ella, y que cree en el cambio y en la transformación de las personas.

¿Qué fue lo que te llevó a descubrir Cruz Rosa AC y a impulsar su capítulo en Guadalajara?

Hace 10 años viví una de las experiencias más fuertes de mi vida: me detectaron cáncer de mama a los 40 años y, durante ese proceso tan difícil, tuve todo el apoyo médico, familiar y personal, algo que me hizo salir más fortalecida y con la inquietud y el compromiso moral de querer compartir lo que había vivido.

Me considero una persona sensible al sufrimiento del más desprotegido, así que necesitaba brindar esperanza a otras mujeres, apoyarlas en su enfermedad y, sobre todo, entender por qué me había dado cáncer a mí, y si esto venía con un propósito de vida.

Desde siempre me había gustado mucho ir al santísimo; sin embargo, en aquel tiempo en particular iba y le decía a Dios: “Aquí están mis manos, ponlas a trabajar, pero indícame el camino en el que yo sea útil”.

Poco después escuché del proyecto de Cruz Rosa y el corazón comenzó a palpitarme muy rápido, las lágrimas se me salieron, y ahí fue que entendí que mi respuesta estaba en Cruz Rosa.

Platícanos sobre tu experiencia de vida y lo que esto te ha ayudado para dar fuerza a otras mujeres:

El cáncer me llegó en el momento más pleno de mi vida personal y familiar. Fue un huracán que arrasó con todo lo que encontró a su paso, un torbellino que sacudió lo más profundo de mi ser, con el que tuve muchas pérdidas: mis cejas, mis pestañas, mi pecho, así como la tranquilidad que mi vida tenía.

Pero, a pesar del dolor físico y del alma, lo que nunca perdí fue la fe y la esperanza. Tomé la decisión de levantarme porque quería vivir y encontrar luz en donde solo había oscuridad.

En ese tiempo también tuve la oportunidad de escuchar a muchas mujeres que pasaban por el cáncer llenas de dolor y dudas, con poca información y, lo más triste, sin posibilidades económicas para afrontar la enfermedad.

Todo esto se convirtió en el motor que me llevó a trabajar para mujeres como ellas, a velar por las más desprotegidas.

¿Cuál podrías decir que es la historia o testimonio que más te ha impactado?

La historia más dolorosa, que me sacudió el alma, fue la de una mujer muy preparada que tuvo miedo de escuchar lo que su cuerpo gritaba y acudió al doctor cuando ya era muy tarde.

El médico oncólogo que la atendió le dijo: “Imagina que tu cuerpo es un frasco lleno de cucarachas que, si yo destapo, todas van a salir y se irán a todo tu cuerpo”.

Quedé impactada con la historia. ¿Cómo era posible que un doctor le diera la noticia de esa forma? ¿Cómo una persona podía ser capaz de lastimar tanto a alguien con ese nivel de sufrimiento?

La sola imagen me sacudió y me dio la fuerza interior que necesitaba para trabajar por ellas y me hizo ser lo que ahora soy: un puente que busca dignificar a la mujer que padece cáncer.

¿Qué le hace falta a la sociedad mexicana para poder detectar y tratar mejor el cáncer de mama y el cáncer cervicouterino? ¿Cómo estamos en tema de cultura e información?

Hace falta educación en el tema de la prevención y consciencia en la importancia en el cuidado de la salud. Necesitamos perder el miedo y actuar en etapas tempranas cuando la enfermedad está a tiempo de ser erradicada; necesitamos hacer de la auto exploración un hábito de vida y acudir al médico una vez al año. Un cáncer detectado a tiempo tiene posibilidades de ser curado. Cáncer no significa muerte.

¿Cuál crees que es el mayor reto de estar al frente de una casa albergue como la de Cruz Rosa AC?

El mayor reto que tengo en este proyecto es poder unir todas las piezas con las que cuenta Cruz Rosa y con esto simplificar la vida de las mujeres durante su paso por la enfermedad. Hay que unir alianzas, donadores, pacientes, médicos, hospitales, laboratorios, voluntarias y recursos económicos para que nos ayuden a darle al occidente del país un apoyo inigualable en cuestión de bienestar de la mujer con cáncer.

¿Qué tipo de apoyos ofrecen a las mujeres que se acercan a la casa albergue?

El apoyo que ofrecemos a la mujer que padece cáncer es un apoyo integral. Cuando pasas por este proceso es como tratar de armar un rompecabezas que se desbarata al escuchar la palabra cáncer y necesitas pegarlo poco a poco para reconstruirte. Hay que atender tanto la salud física como la emocional y, para ello, ofrecemos este albergue, con actividades de psicología grupal e individual, clases de Patch Wok, yoga rosa, paseos, lotería, comida sana, una cama calientita, un espacio digno, el apapacho que requieren en esos momentos, rezo del rosario, paseos recreativos, apoyo con prótesis externas de silicón, pelucas, turbantes, gorros tejidos, descuentos en estudios de laboratorio, apoyo en el tema de linfedema y muchas cosas más.

¿Cómo es un día para quienes viven y trabajan en la casa albergue?

Un día para una persona que vive en el albergue es un día lleno de vida, es un día de convivencia con otras mujeres que están pasando por el mismo proceso y que hablan el mismo idioma, que se convierten en familia, que se apoyan, que se acompañan y se divierten.

A las 9 de la mañana se les brinda el desayuno, más tarde iniciamos las clases que las voluntarias imparten, luego seguimos con la hora de la comida, con platillos que la señora Yoly les prepara con todo el amor y cariño, y después los familiares nos apoyan en las labores de limpieza de cocina.

Más tarde, a las 5, llega el otro grupo de voluntarias a darles otra de las clases que tenemos preparadas y, si hay alguna salida al cine o al estadio, o a un concierto, se van a la pachanga hasta que llega la hora de dormir.

Todo esto depende de sus horarios de tratamiento en los hospitales, ya que la mujer que tiene por la mañana su tratamiento toma las clases de la tarde y viceversa. Es súper importante mencionar que contamos con una camioneta que traslada a las pacientes a los hospitales dando preferencia a la de mayor edad o a la más enferma.

¿Qué le dirías a quienes todavía no encuentran una causa a la cual apoyar?

Creo firmemente en que todos los seres humanos tenemos el deber moral de compartir un poco de lo que tenemos y de lo que somos. Dios nos dio diferentes dones que hay que ponerlos a trabajar al servicio de los demás. Hay que poner al servicio de los demás lo que somos y lo que tenemos, ya que es sumamente gratificante.

Por eso, los invito a que busquen la causa que les mueva y les llene el corazón, la causa con la que se sientan identificados, sea niños, ancianos, presos o madres solteras.

No debemos ser indiferentes al sufrimiento humano. Ayudar te cambia la vida, te enseña, te hace crecer.

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