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abril 23, 2024

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DON FERNANDO ANCIRA

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Al iniciar el siglo XX la metropolitana ciudad de Monterrey estaba inmersa en un frenesí de nuevas construcciones, erección de nuevas y poderosas industrias, barrios, plazas, líneas de ferrocarriles y tranvías atravesaban la ciudad, casas de comercio nacional e internacional. Todo este progreso se debía a la visionaria y honrada administración de Bernardo Reyes, que al amparo de la paz porfiriana, había llevado a la ciudad y al Estado a una época de progreso sin precedentes en su historia. Ese movimiento de negocios y promesas de abundancia atrajo a toda una generación de emprendedores, sin miedo a los retos, pero con la esperanza de hacer fortuna; muchos de ellos eran extranjeros provenientes de Europa y América del Norte. Sin embargo, también fue imán para muchos emprendedores de otras regiones del país, entre ellos el ilustre coahuilense Don Fernando Ancira Sánchez, originario de Santiago del Ojo del Agua, en Saltillo, donde nació el 19 de septiembre de 1877.
       Hijo de Don Valeriano Ancira y Doña Genoveva Sánchez, se educó en el antiguo Colegio de San Juan. En su primera juventud se fue al viejo continente, estableciéndose en París, la ciudad Lumière, donde se tituló como Licenciado en Derecho. En 1908 regresó lleno de ideas para hacer negocios en Monterrey, un lugar pleno de oportunidades para aquella generación de titanes del comercio y la industria. Avecindado en la ciudad, adquirió el periódico El Espectador, en el cual se enteró del acontecer cotidiano de una urbe llena de vigor. Aquí conoció a muchos de los hombres de negocios y ganó su amistad. Asimismo, detectó que la urbe carecía de hoteles con todas las comodidades que los empresarios, sobre todo europeos, tenían por costumbre. En mayo de 1909 compró una propiedad en el corazón histórico de Monterrey, a la vera del viejo camino real (hoy avenida Hidalgo) esquina con la calle del Teatro (hoy Escobedo). Conocedor de la opulencia de los grandes hoteles de París, contrató a los arquitectos franceses Charles Sarrazin y Henri Sauvage, expertos en diseño y construcción de edificios para este uso. Edificado al más puro estilo de la belle époque, el Hotel Ancira contenía gran riqueza de acabados con los más finos materiales disponibles tanto nacionales, como extranjeros, así como iluminación eléctrica y suites privadas equipadas con sanitarios, novedad en una ciudad provinciana en aun se usaban letrinas.
      Los vientos revolucionarios no amedrentaron a un emprendedor de la talla de Don Fernando Ancira, quien a un costo cercano a los 500 pesos de la época, llevó a buen puerto su amado proyecto. La inolvidable noche del 26 de julio de 1912, con padrino de lujo, el Presidente Don Francisco I. Madero y Doña Sarita García, el Gran Hotel Ancira entró en la historia de la metropolitana Monterrey. Gran hotel, santuario de la gastronomía, casa solariega de distinguidos huéspedes, es un monumento vivo a la memoria de un enorme hombre. Don Fernando murió en un accidente taurino el 2 de febrero de 1922.

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